La calzada de San Benito

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11 nov 2016 / 22:36 h - Actualizado: 11 nov 2016 / 22:36 h.
"San Benito"

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De capas blancas de pureza y antifaces morados de penitencia, se llenan las retinas de mis recuerdos cada vez que pienso en Martes Santo, la gran fiesta de nuestra familia nazarena de San Benito. De capas blancas y túnicas de cal corralera meciéndose en los columpios de brisa de la calle Oriente, están tatuadas las crónicas de mi vida cada vez que mis ojos miran hacia el campanario exclusivo de nuestra gran legión de fieles de San Benito. De capas blancas de paz y de inocencia, se siembran los caminos de Dios del barrio de la Calzada, con semillas que derrochamos hombres, mujeres y niños, felices, caminando nuestra fe y espiritualidad hacia el templo de San Benito. De capas blancas de perfección, túnicas de honradez y antifaces de pasión y nobleza, se tiñen nuestras casas desde que nuestras matriarcas -que no se pierdan las buenas costumbres- planchan, almidonan y cuelgan nuestros hábitos en espera de vestir a esposos, hijos y nietos para que portemos nuestro amor a Dios en el esplendoroso séquito que, por calles y plazas de Sevilla, ondeará con incondicional orgullo el estandarte de San Benito.

Estandarte de hermandad con piel de parroquianos jornaleros y trabajadores, que hacían encajes de bolillos para que las cuentas cuadraran y permitieran que Pilato presentara al Pueblo, año tras año, al Mejor de los Nacidos, Sangre de Cristo, agua bendita de pasión y resurrección de nuestros amados titulares, que ni la palanqueta de desahucios que sufrió nuestro histórico arrabal, en los años 70, pudo con las fuerzas de la fe que nuestra congregación siempre tuvo para la salvación y el crecimiento de nuestro humilde patrimonio... Todo bajo la mirada fascinante de nuestra Encarnación, la Reina de nuestros corazones, la gran Soberana de nuestras almas, la guapa Dolorosa de Sevilla... ¿Habrá Madre más hermosa?

Fanfarrias de cornetas y tambores anuncian la puesta de largo del gran día, el santo anfitrión de la casa descorre pestillos y cerrojos, la puerta se abre y la Cruz de Guía avanza unos pasos, los precisos para encender la algarabía callejera cual fuego de emociones sin límites, la música marca el paso de los reencuentros, de las nostalgias y recuerdos con trajes de estreno, efluvios de abrazos del vecindario y aromas de singulares estampas de vivencias, viejas y nuevas, da igual, cada cual lleva las suyas en el bolsillo del corazón.

De capas blancas de azahar de primavera sobre túnicas de jazmín y unicornios morados, mirando al cielo, se compone el gran cortejo que acompaña a Jesús Presentado al Pueblo, Santísimo Cristo de la Sangre y Nuestra Señora de la Encarnación Coronada, al compás de sinfonías de martillos y chicotás, yugos de costales y trabajaderas, rosarios de promesas y oraciones, y esos distinguidos aromas que tienen los Martes Santos de la Hermandad de San Benito... El seductor perfume de devoción del barrio de la Calzada.