La cobardía

Image
01 jun 2018 / 19:23 h - Actualizado: 01 jun 2018 / 22:19 h.

Habría que reformar la Constitución Española para que la evaporación se incluyese entre las causas de cese de un presidente del Gobierno. El numerito circense del final con su entrada en carroza a última hora no solo no cambia las cosas, sino que las enmarca: la ausencia de Mariano Rajoy de la ceremonia de su defenestración, ayer y anteayer, es una prueba más del corrosivo poder de la cobardía, que disuelve los cuerpos hasta hacerlos desaparecer, primero de forma metafórica y posteriormente en su sentido más literal y físico. Para pasar del hombre del plasma al fantasma del sillón azul solo había un trámite parlamentario, colofón de un proceso evanescente de carácter irreversible. Hay formas curiosas de desaparecer: está la ascensión de Cristo, la disolución de Luke Skywalker, la abracadabrización de Voldemort y la marianización de Rajoy. Ni siquiera la aparición mariana a última hora sobre el olivo del estrado parlamentario, para impartir sus bendiciones y revelar sus secretos para el bien de España con todos los pastorcillos de rodillas en estado de epifanía, resta un gramo de cobardía a esa incapacidad suya para mirar al presente a la cara y hacer aquello por lo que se le paga: no fue un golpe de efecto, como pretendía, sino la constatación de su aversión patológica a aguantar el chaparrón y echarle narices a su oficio. El último de sus logros, Cataluña, es fruto de ese talento suyo para no estar cuando más se le espera; la tormenta que se formó en ese cuadrante noreste la provocaron sus ronquidos. Ahora, con su desmaterialización, los espacios volverán a llenarse. Ojo: para bien y para mal. Por lo menos, la nostalgia de no tener presidente habrá terminado. ~