La conversión de Guillena

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04 mar 2017 / 22:23 h - Actualizado: 04 mar 2017 / 22:23 h.
"Cofradías","Cuaresma"

Ha empezado la Cuaresma, todas nuestras palabras vuelven a asomarse a los ventanales donde ya otra vez contemplaron pasar la vida, y lo mismo que en una tertulia de esas de balcón que me decía un conspicuo hermano mayor, llega uno y comenta lo que ha visto, para romper el hielo, antes que la Semana Santa que llega le proporcione tema de conversación. El drag queen, el autobús... ¿se han dado ustedes cuenta? Todos hablando de Iglesia haciendo como el que tema no les interesa. Ya lo ha dicho el Selu: «no quiero criticarla...». A mí lo que me trae esta semana lleno de emoción es lo que, tres días antes del Miércoles de Ceniza, pude vivir en el pueblo de Guillena, asomado al Aljarafe bajo la mirada de la nunca bastante ponderada y bella virgen de la Graná. Su párroco, don Fernando Borrego, me pidió que acompañara musicalmente las confirmaciones de...¡405 personas! Más del 2% de la población (un número importante), acudió para recibir el Espíritu Santo de manos de Antonio Vergara, hermano de Santa Marta. El pobre de Benito, el salmista, lo pasó mal por mi culpa, y todavía le ando pidiendo perdón. Las mujeres del coro abrieron las puertas al soplo de la inspiración divina, y entre todos dejamos Guillena hecha «un pueblo bien dispuesto». La Cuaresma cofradiera dista mucho de eso, por mucho que queramos empeñarnos en vestirla de liturgia y profundidad. Cuesta mucho, entre el ruido que nosotros mismos hacemos, enterarse de la llamada de Dios entre candeleros de altar, fanales de flores y dalmáticas moradas (en el mejor de los casos si es que las hay en la cofradía). Hay que depurar, hay que buscar el camino que nos lleva a ese Cristo, a mi Cristo de las Almas de la hermandad de los Javieres, cuya función hoy preside el Arzobispo. Así quiere don Juan José muchas conversiones, como la de Guillena, llevada por la norma pero pasada por el corazón. Guardemos silencio, para que diga Dios lo que quiere de nosotros. Escuchémoslo, si no sabemos hacerlo de otra forma, vestidos de cofrades.