La delgada línea

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09 may 2018 / 14:20 h - Actualizado: 09 may 2018 / 14:22 h.
"Excelencia Literaria"
  • La delgada línea

El pasado 8 de marzo, con motivo del Día Internacional de la Mujer, ciudadanos de todos los puntos de nuestra geografía salieron a la calle a reivindicar la igualdad. Todos somos conscientes de que, a pesar del progreso alcanzado, todavía hay margen de mejora en este aspecto.

Aquel día pareció ser la ocasión perfecta para seguir sumando en la lucha para que todas las mujeres tengan las mismas oportunidades y medios que los hombres. Sin embargo, hay gente que hubiera sumado más quedándose al margen de este movimiento. Me explico: en algunos lugares, como en el Campus de Somosaguas, un grupo de radicales (no se me ocurre otro nombre para definirlos) decidieron acosar a los estudiantes que decidieron libremente no participar en la huelga. Querían tener clase, y tenían todo el derecho a que se les impartiera. Hechos como este quitan legitimidad a muchos movimientos nacidos con las mejores intenciones.

Este fenómeno no es nuevo: en 1789 tuvo lugar la Revolución Francesa, un movimiento con unos ideales nobles como la libertad, la igualdad y la fraternidad entre los hombres. Fue una revolución sin la que no se entendería el progreso que refleja la sociedad actual. Sin embargo, este movimiento no solo acabó con el Antiguo Régimen: también lo hizo con la vida de miles de personas que fueron guillotinadas, o con la persecución y muerte de algunos reductos de población que no aprobaban sus aspectos más radicales.

Desde entonces, la historia se repite. No siempre de una manera tan violenta, pero movimientos progresistas tremendamente positivos para la humanidad, son utilizados por radicales para imponer sus opiniones como si fueran un pensamiento y un comportamiento único, en lo que supone un retroceso social. Cabe puntualizar que el término “progresismo” viene de “progreso”, palabra que la RAE define como “acción de ir hacia delante”. No necesariamente hacia la izquierda, aunque los politólogos insistan en asociar progresismo con izquierda.

Los seres humanos deseamos progresar mientras hacemos un mundo mejor, como diría Michael Jackson. Y la realidad es que nos encaminamos hacia un futuro mejor en los países donde las personan anteponen su espíritu progresista a su espíritu radical. En otros lugares, sin embargo, el convencimiento de ciertos líderes políticos y militares de que el progreso pasa por imponer sus ideas, este no tiene lugar. Por tanto, la diferencia entre imposición y libertd pasa por saber identificar la delgada línea entre progreso y radicalismo.

Francisco Javier Merino Garach
Ganador de la X edición
www.excelencialiteraria.com