La delgada línea entre animalidad y machismo

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10 nov 2017 / 23:36 h - Actualizado: 10 nov 2017 / 23:37 h.

No se equivoquen ni se dejen engañar, no existe el micro ni el macro machismo, ni el machista graciosillo ni el antiguo de toda la vida, no hay piropos preciosos o feísimos, no hay niñatos mirones ni viejos verdes, no hay acosadores asquerosos y otros insinuantes, no existe el machista de izquierdas ni de derechas, no hay malos tratos físicos y otros psíquicos, no hay más sexismo en el deporte que en el Gran Hermano, no hay más sexismo en la publicidad que en las aulas, no hay más discriminación entre los pobres que entre los ricos, no son más canallas los concursos de mises que la brecha salarial, no hay maltrato de baja intensidad y otro terrorista.

Estas denominaciones sirven para señalar, conocer reconocer, nominar y tipificar, porque el machismo se escribe siempre con M en mayúscula, es una categoría, una lanza de acero que atraviesa y, arrasa implacablemente el tronco más profundo de la sociedad, que está navegando como una carcoma por las entrañas de todos los aparatos, que administran nuestras vidas, tienen XXI siglos de historias y avanza despiadadamente, sin frenos suficientes para que las mujeres y sus hijos puedan pasear, dormir o ir a recoger tranquilas a sus hijos a la escuela.

No solo son las Juanas, son víctimas de todas las edades, y en todas las modalidades, pero el asesinato ultimísimo de la joven Jessy, acribillada en Elda delante de su hijo de tres años cuando salía de clase, es un exponente unívoco del salvajismo en estado puro que condensa el machismo, y que ilustra sobre la indefensión de las mujeres, todas ellas de perfiles de manual, y el asesino, los asesinos, los maltratadores colándose siempre por los vericuetos de la propia ley, y eludiendo la atónita justicia.

Esto es más que una señal de alarma, es la desesperación de una sociedad, a la que le están asesinando a sus mujeres por ser hembras, a sus hijos por serlo de ambos, y el miedo, y el dolor de ellas, los celos, la ira, y la venganza de ellos está dando al traste con cualquier código de convivencia, enmarcado en un sistema altamente desigual , que está produciendo efectos tan devastadores, que el silencio cómplice de los hombres, del resto de las mujeres calladas, y de las instituciones solo con voz, de vez en cuando, y de cuando en vez, suena clamorosamente a puzle de una sociedad, que nos necesita sumisas por las buenas o por las malas. Por eso cuando el machismo devora la dignidad, la igualdad, y la vida de las mujeres, se atraviesa la delgadísima línea de la animalidad.