La emoción de leer y el amor de las mujeres

La vida del revés

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24 feb 2018 / 06:23 h - Actualizado: 24 feb 2018 / 07:20 h.
"La vida del revés"

En unos días cumpliré cincuenta y cuatro años. En realidad, celebraré mi no cumpleaños, como casi siempre. Soy de los pocos que puedo presumir de poder hacer algo tan surrealista con regularidad. Es una de las ventajas (pocas) que tiene nacer un 29 de febrero. Pero no digo esto para recibir miles y miles de cartas felicitándome o algo así. No, lo hago porque a esta edad ya parecía difícil que sucedieran algunas cosas y, sin embargo, les garantizo que me siento totalmente conmocionado, absolutamente emocionado porque ha ocurrido algo inesperado.

A punto de cumplir una pila de años, puedo afirmar que he leído miles y miles de páginas de novelas, poemarios y ensayos; que he escrito miles de páginas y que es difícil que algo me sorprenda o me guste tanto como para que me saque de mis casillas o de mi zona de confort literaria en la que suelo controlar todo con bastante facilidad. Y, hoy, vuelvo a sentir lo que puede provocar un texto cuando llega como un torpedo lanzado a la línea de flotación de un buque que se construyó pensando que ese sería imposible de hundir. Aturde, revoluciona, emociona, provoca lágrimas. Creía que estas cosas las tenía superadas, que después de leer obras importantísimas otras no causarían ningún tipo de emociones incontrolables. He llorado leyendo. Sin remedio. En realidad, me he dejado llevar porque la sensación ya estaba casi olvidada y ha sido estupendo emocionarse con la emoción. Algo muy especial.

Inesperado, brutal, extravagante en su sencillez. Escrito por una mujer.

Curiosamente, mientras escribo estas líneas (siempre lo hago en lugares públicos en los que el ruido y cierto ajetreo es compañía) un grupo de mujeres numeroso merienda entre risas, miradas cómplices y cubiertas con ese manto de felicidad que solo las mujeres son capaces de tejer y ceder a todo el que está cerca.

He terminado de leer Inés y la alegría de la escritora Almudena Grandes. Como ya dije aquí mismo, Los pacientes del doctor García, la novela que terminé de leer hace unos días y firmada por la misma autora, me interesó mucho. Decidí comenzar por el principio (es lo suyo) de la serie que la señora Grandes ha llamado Episodios de una guerra interminable y que comienza con Inés y la alegría. La del doctor García es la cuarta entrega. El caso es que esta novela que acabo de terminar entre lágrimas de emoción, habla de la invasión del Valle de Arán por parte de un grupo de guerrilleros en octubre de 1944. Intentaban acabar con la dictadura de Franco. Extenso, reflexivo, muy bien documentado y entrañable. Pero esa es la excusa. La invasión que trajo de cabeza al dictador Franco es un vehículo que arranca para que podamos conocer una de las historias de amor y amistad, de rebeldía y lealtad, de sufrimiento e injusticia, más emocionante que he leído en muchos años. No es esta una novela en la que la gran literatura se haga presente y ordene el texto. Está muy escrita, sí, pero tampoco hay nada en el relato que la convierta en algo técnicamente formidable. Pero habla de españoles que no pudieron serlo, de hombres y mujeres que amaban lejos de casa, que tenían a sus hijos lejos de casa, que lloraban lejos de casa y que tenían su casa lejos de casa. El relato de Grandes habla personas que eran tan españoles como los que ganaron la guerra. Y la autora logra crear uno de los personajes más completo de los últimos años en la literatura española. Inés, la cocinera de Bosost, una mujer convencida, luchadora, entregada, cariñosa y muy republicana y muy comunista. Un personaje adorable que emociona con su sencillez, con ese brillo en los ojos con el que nos enseña su mundo que es el de todos. Quiero pensar que muchas de las mujeres que el año 1939 tuvieron que renunciar a lo que eran sintieron y vivieron como Inés.

Pero lo importante, creo yo, del personaje de Almudena Grande es que representa la esencia de todas las mujeres. Inés mueve su mundo, ordena las ausencias, los amores, la justicia o los problemas. Inés es imprescindible. Porque ella lo logra todo anclada al amor que una mujer puede desplegar, ese que lleva siempre unas gotas de maternidad aunque destinado a lo más prosaico.

Siempre he leído mucho. Muchos de los mejores ratos que he tenido el privilegio de vivir han sido con un libro entre las manos. Lo poco que soy se lo debo en buena parte a la literatura. Y siempre he disfrutado cuando un texto me ha hecho sentir al límite. Llorar leyendo es una de las experiencias más contundentes que conozco. Es fácil encontrar lágrimas fáciles. Lo difícil es provocar lágrimas improbables e inesperadas. Es algo reservado para algunos autores con oficio y talento.

Dos cosas deberían ser obligatorias y deberían ser normales en la sociedad actual: leer y respetar a las mujeres mucho. Mucho las dos cosas. No hay nada como un buen libro. No hay nada como el amor y el mundo que nos ponen cerca las mujeres.