La escalerita del Cerezo

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15 jun 2018 / 20:54 h - Actualizado: 16 jun 2018 / 11:20 h.

Ni un solo cerezo le hace honor a su nombre, ni las playas que llenan la nomenclatura de un barrio que en nada se parece al que fue, lleno de ciudadanos del mundo, comercios con géneros de ultramar, música dulzona y aparcacoches desesperados. Pocas vecinas quedan a las puertas en sus butacas de playa contando noches de vigilia, o ventanas abiertas al amparo del ventilador. Propongo ganarle la batalla al mercurio desde la mejor tribuna de ese barrio playero sin playa y sin un solo cerezo, mientras el termómetro por fin, hace su trabajo. Asómense a la grada que el escalonado acceso ofrece, de uno de los templos del caracolismo sevillano, les auguro toda una experiencia; ver la vida pasar ante una tapa de caracoles mientras el corazón del barrio late ante uno de los ejes con más vida de la ciudad; todo un cruce de caminos que ni Robert Johnson lo hubiese soñado mejor. A la derecha, el descanso eterno, a la izquierda la salud, la vida política y la Esperanza; por delante los doctores Marañón y Fedriani e incluso Bécquer. Perfecta es la ubicación de este bar de reminiscencias cántabras que responde a tres nombres diferentes y que fue fundado a la misma vez que el pie humano ponía su huella en la luna. Desde su atalaya, los parroquianos habituales y foráneos dan buena cuenta de uno de los mejores caracoles de Sevilla mientras el comerciante turco intenta convencer a los vecinos, que un kebab siempre es la mejor opción. El verano llega cuando los caracoles liberan su aroma estival por las playeras calles del barrio del Cerezo, donde ni un solo árbol hace honor a su nombre.