La estrepitosa caída de Margallo tiene sello andaluz

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05 nov 2016 / 19:52 h - Actualizado: 05 nov 2016 / 19:55 h.

De la nutrida presencia de ministros andaluces en el nuevo gobierno de Rajoy mucho se ha dicho y se ha escrito ya con una coincidencia de fondo: ese detalle no significa nada en sí mismo, sólo con sus acciones se verá si ,finalmente, este territorio recibe de Moncloa el trato que se merece al margen de la cuota andaluza que haya en el gobierno. Sin embargo, llama la atención la escasa repercusión que ha tenido la caída de José Manuel García-Margallo como responsable de Asuntos Exteriores.Sobre todo, si se tiene en cuenta su continuo protagonismo, una teatralización extrema que cobró una mayor dimensión en el último período , cuando el gobierno estaba en funciones.Esta condición no le frenó en su expansión natural ocupando espacios que no le correspondían en absoluto terciando en temas estrictamente internos, como el de Cataluña, por ejemplo, que nada tenía que ver con su departamento. Ocurrió lo contrario, la precariedad política en la que se movía Rajoy, ante la falta de apoyos en el Congreso de los Diputados, fue aprovechada por él en una especie de carrera de promoción interna con la que reafirmarse ante los suyos, tratando así de alcanzar un mayor peso específico que no logró en los ámbitos europeos o en los foros internaciones en donde ,de verdad, se ventilan los intereses de España. De hecho, es generalmente aceptada la apreciación de la pérdida de relevancia en el concierto internacional ante una pésima por no decir que nula política exterior española. El hecho es que teníamos a un Ministro de Exteriores más ocupado de los asuntos del interior antes que de los foráneos que le correspondían.

En esa última etapa de reivindicación de su propia figura se puede situar la visita que realizó semanas atrás a Algeciras para reafirmar sus ya conocidas tesis en favor de la co-soberanía de Gibraltar a propósito del Bréxit de Reino Unido. Ahora, con el paso de los días, se puede dimensionar mejor lo estrambótico de su proceder. Se paseó por la zona más en funciones que nunca, sin asumir compromiso alguno, limitándose a lo que fue su divisa principal desde que inició su mandato como es lograr el sueño del Gibraltar español. Fue tan rápido en su aspiración que apenas nadie le seguía detrás convirtiendo dicha visita en una simple galería de fotos, algo habitual en nuestros dirigentes políticos pero que cobra mayor gravedad, si cabe, si se tiene en cuenta que tal exhibición de la nada se hacía en una comarca exhausta ,harta de actos banales y muy necesitada de medidas efectivas y reales que la saquen de la postración en la que se encuentra, más allá de la apelaciones patriotas de rigor.

Es decir, resulta que el asunto que situó en el frontispicio de su mandato, aún se recuerda cómo se dirigía en el parlamento europeo a un colega británico apelando al ya sempiterno ¡Gibraltar español! tras ser nombrado ministro, ha sido el que ha puesto fin al mismo y sin que haya conseguido avance alguno. O sea, mucho ruido y pocas nueces.Gestos llenos de bravuconería y declaraciones altisonantes pero nada concreto que presentar a los contribuyentes españoles salvo la posición sumamente delicada en la que se encuentra en estos momentos la Colonia y no por el trabajo diplomático español ,precisamente, sino por la decisión de Reino Unido de salirse de la UE.

Habrá que esperar a conocer cuál es la línea a seguir del nuevo gobierno que, en todo caso, según lo advertido por el propio Rajoy, debe estar marcada por el permanente diálogo y la negociación lejos así del peculiar estilo Margallo, quien se habrá quedado con las ganas de enarbolar,personalmente,el pabellón español en la Roca. A Andalucía llegó con esta obsesión bajo el brazo y se va con más pena que gloria, sin nada en las manos y abandonado por sus propios compañeros que lo han dejado caer sin consideración alguna.