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La eterna gabardina

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26 feb 2016 / 23:30 h - Actualizado: 26 feb 2016 / 18:32 h.
"Real Betis","La Azotea"

En 1976, el Betis de José Núñez Naranjo buscaba sustituto para ocupar el banquillo que dejaba Ferenc Szusza. Llegaba así Rafael Iriondo, convirtiéndose en mito una tarde de junio de 1977, donde López, Cardeñosa y Esnaola transformaron aquella eterna tanda de penaltis en una de las escenas más representativas de la historia bética, quedando imperturbable en la memoria colectiva verdiblanca por encima del tiempo. De su mano llegó la primera copa de la Democracia y el paseo del EuroBetis por los cuartos de final de la Recopa de Europa, aquella noche en la que a López le dio por poner bocabajo el San Siro del todopoderoso Milan de Capello, la mala experiencia rusa, con los jugadores durmiendo en el aeropuerto donde incluso se pidió la inmediata presencia del mismísimo Breznev, o la vivencia de cruzar las dos Alemanias para hacer historia en Leipzig. Queda con él el respeto y la consideración de todas las almas que laten al ritmo del «somos campeón de España en el Vicente Calderón» hacia su persona. Queda también con él la construcción de otra leyenda; el debut de un extremo llamado Rafael Gordillo a quien sacó del Polígono de San Pablo para colocarlo directamente en el estrellato verdiblanco. Alguien que por cosas del destino, recibía como regalo de cumpleaños la orfandad futbolera. El vendaval cumplía 59 años el mismo día que se marchaba quien le dio su confianza cosiéndole así un tres al beticismo.

«Un grande de nuestra historia», según el Real Betis, siempre al abrigo de una eterna gabardina donde se esconderá por siempre, una leyenda en verdiblanco.