La eterna pregunta

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13 feb 2017 / 12:38 h - Actualizado: 13 feb 2017 / 21:19 h.
"Hispalíneas"

Es evidente que las fuerzas políticas surgidas para acabar con el bipartidismo lo consiguieron porque había mucha gente indignada, cabreada, arruinada y aburrida. La crisis hizo el trabajo que se le había encomendado y convirtió al sistema bipartidista en el conjunto de males sin mezcla de bien alguno -como el infierno del catecismo del Padre Ripalda- aunque, considerado en si mismo, no fuera ni mejor ni peor que cualquier otro. El déficit estaba en la carencia de un sociedad civil consciente y articulada pero a eso no hizo referencia nadie, no fuera a peligrar la verdadera estructura social: el clientelismo.

De este modo la clientela de la izquierda se subdividió y a unos se les acabó el aburrimiento, a otros la indignación con los partidos y todos pudieron ya indignarse o cabrearse con el mal servicio de la tasca de enfrente. La ruina, sin embargo, no sólo siguió sino que se ahondó mientras quienes habían nacido para acabar con aquella situación se perdían en debates tan interminables como los de las asambleas universitarias del 68 que acababan en los mismos divorcios de aquellos tiempos pero con twitter y en idénticos gritos de «unidad» que, en realidad, únicamente son -como eran- los que cualquier tribu emite para autoanimarse. La eterna pregunta de la izquierda -¿qué hacer?- se concretó en una respuesta: acabar con el bipartidismo. Andando el tiempo, ha resultado ser otra: la voladura de la fuerza de la izquierda. Sobre sus restos caminan con paso seguro la derecha y quienes ordenaron a la crisis hacer su trabajo.