He asistido a una semana de guerra civil latente con los 80 años del conflicto y el 18 de julio y va a seguir siendo así mientras conmemoremos esa desgracia cada uno en su bando. Lo peor no es la guerra que pasó, lo peor es que –si las condiciones internacionales fueran otras– podría volver a pasar y ganarían los mismos y perderían los mismos.
A finales de los ochenta y principios de los noventa no nos creíamos que en el corazón de Europa fuera a estallar una guerra como la que se produjo en los Balcanes. La manipulación de los medios fue horrible, colocaron por delante del periodismo el enfoque hollywoodiense del bueno y el malo y declararon malos a los serbios y buenos a los croatas y a los bosnios. Allí los dejaron matarse entre ellos, las potencias «democráticas» no acababan de decidirse a intervenir y cuando lo hicieron las matanzas eran demasiadas y además en esa intervención bombardearon la televisión serbia y otras televisiones y mataron periodistas.
Con motivo de los 80 años de aquella guerra española del miedo a la libertad y conservación de privilegios, los medios «progres» les dan carnaza a sus lectores y los medios conservadores o ultraderechistas se la dan a los suyos. En mi casa, una de mis primas hermanas –bastante mayor que yo- recordaba entre lágrimas cómo fusilaron a su padre al estallar la guerra, siendo concejal republicano. Su madre, embarazada, se quedó viuda con dos hijos en el mundo y otro por llegar. A mi tío lo dieron por desaparecido, mi tía le llevaba comida a Constantina (Sevilla) porque suponía que estaba preso allí, se la dejaba a alguien para que se la hicieran llegar hasta que otro alguien le dijo: «Señora, no le traiga más comida porque lo fusilaron el mismo día de su apresamiento».
Pues bien, aquello ya pasó porque como no pase puede ocurrir de nuevo y las fuerzas republicanas volverán a dividirse en varios ejércitos y varios mandos y Cataluña irá a lo suyo y Euskadi también y parte de sus burguesías de nuevo se ocultarán bajo las faldas del fascismo y las potencias «amigas» mirarán para otro lado antes de que llegue un régimen cercano al «eje del mal».
Con el dolor por los que murieron en aquella guerra que debió ser de espanto y escalofrío, debo mirar hacia delante con mente mundial, hacia el presente y el futuro que son otra guerra con sangre y sin sangre, con posiciones por tomar con el esfuerzo y la palabra, con retos que nos pueden costar mucho sudor, sufrimiento, muertes y desapariciones por angustias y desesperación.