La historia que no aprendemos

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05 nov 2017 / 22:58 h - Actualizado: 05 nov 2017 / 22:58 h.

Cuando el nacionalismo se sustenta mucho más en los dogmas de fe que en la razón su resultado es social y científicamente caótico. El dogmatismo va creando monstruos irracionales a su alrededor que se conjuran en torno símbolos y signos como banderas, iconos, escudos o frases de elevado contenido emocional y de sentimiento de grupo, pero con un contenido prácticamente banal, sin razones de peso, sin argumentos científicamente contrastados. Pienso en esto después de meses de consignas nacionalistas –catalanas y españolistas– y de posturas absolutamente irracionales en esa especie de legión de base que encontramos en cualquier lugar de uno y otro nacionalismo. Las terrazas, barras de bares o los transportes públicos son un hervidero de irracionalidad y, sobre todo, de incultura histórica y conceptual de lo que es Cataluña en España y de lo que es España en su historia.

Que nadie se alarme, quizás tenemos lo que nos merecemos como sociedad y no hablo del fatalismo hispano en los designios como pueblo sino en el hecho de que como sociedad infravaloramos y denostamos la Historia de España. ¿Cuánta gente en este país sabe que no existe en toda la educación obligatoria una asignatura que se llame Historia de España? No sólo no nos parece un despropósito educativo sino que hasta ha llegado a calar el escaso valor en nuestra formación que tiene el conocimiento de la historia frente a asignaturas más vinculadas con el mercado laboral. Quizás el caso catalán nos haga entender que no sólo de mercados laborales viven las sociedades y los pueblos.