La hora de Cabrero

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18 nov 2017 / 17:00 h - Actualizado: 18 nov 2017 / 22:58 h.
"Cofradías"

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Dos mil papeletas, dos mil macarenos, le dieron la pasada semana el honor de portar la vara de las capillas durante los próximos cuatro años. Es el turno de José Antonio Fernández Cabrero, ese santanderino con alma de San Gil, educado bajo el carisma humilde de los Hermanos de la Salle y forjado en mil batallas empresariales que le han dado la capacidad de calar a primera vista a los lobos con piel de cordero. Dice que fue el Sagrario el que lo metió en esta aventura a la que le ha llevado definitivamente la mano de la Virgen. Por eso no le faltará la Esperanza en un camino nada sencillo en el que lo primero que ha hecho ha sido tender la mano a quienes, con un concepto de hermandad diferente al suyo, recibieron el respaldo de más de 1.700 hermanos en las elecciones.

Cabrero no es un cofrade al uso. Seguramente darán con él más veces de puertas para adentro que en medio de cualquier bulla de capillitas. Su compromiso es claro: primar al hermano, coser las heridas y sostener su proyecto en el pilar de la Caridad. No le ha temblado el pulso para, en plena carrera electoral, asegurar que a la cofradía le sobran dos horas en la calle, que no pasaba nada si en la Madrugá se cambiaba la calle Cuna por Puente y Pellón o la Alfalfa, que al paso de palio de la Macarena le cabe más alegría en su andar, que no entraba en sus planes acabar con ninguno de los hombres de confianza de una junta de gobierno –capataz, vestidor, etc.– y que una salida extraordinaria de la Virgen de la Esperanza no era la idea de su equipo para conmemorar el 425 aniversario fundacional de la hermandad en el año 2020. Nadie en su sano juicio se hubiera pegado tal tiro en el pie en unas elecciones tan disputadas. Pero Cabrero lo hizo. No porque lo suyo sea el masoquismo sino porque creía francamente en lo que decía y en que otro modelo de hermandad era posible y real.

Cabrero ya ha puesto sus cartas sobre la mesa y los macarenos le han dado el aval necesario para jugar con ellas. Ahora solo falta que le dejen actuar. Es cuestión de darle tiempo al tiempo. Tampoco debe esperar nadie que se saque del bolsillo una varita mágica con la que termine de un plumazo con los debes que tiene la hermandad, que como en cualquier casa, haberlos hailos. Para alcanzar el triunfo, que no será el suyo sino el de todos los macarenos, debe contar con todos. Una hermandad como ésta no puede permitirse el lujo de desaprovechar la valía de Santiago Álvarez Ortega, del equipo que le acompañaba y de quienes depositaron su confianza en su proyecto. Tampoco de Manolo García, ese hermano mayor con mayúsculas que se ha entregado en cuerpo y alma estos años. La Macarena pide unidad, humildad y valentía. De las tres cosas Cabrero va sobrado.