La industria de la felicidad

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20 mar 2019 / 17:21 h - Actualizado: 20 mar 2019 / 17:22 h.
  • La industria de la felicidad

Los datos sobre la industria edificada alrededor de la depresión humana son devastadores.

España es el país que más consume en ansiolíticos de la Comunidad Europea, donde los medicamentos aparentan paliar síntomas; pero no hallar la causa recóndita de toda la perfecta sincronía del dolor.

La felicidad no existe en la naturaleza del ser humano; pues nadie nace con ella. Y sin embargo, al consumo de la química alrededor de productos como los ansiolíticos, se añade una corte de coaches, métodos esotéricos, hasta constelaciones familiares que han construido un imperio.

Hasta algun político derribado se ha reinventado como gurú y aun sonríe con el mismo gesto que otrora en convocatorias de todo signo u orden, pegadas también con la cola de los carteles electorales.

Algunos se hacen llamar incluso sanadores que no funcionan más que como eventuales placebos.

Esta ideología de la felicidad se ha construido alrededor de valores como el pensamiento positivo, de suerte tal que hasta el abominable Libro de “El Secreto” se convirtió en superventas.

Fijense que el argumento es sencillo. Piensa en positivo y ocurrirá; y si no sucede, es porque no has creído con suficiente brío.

Lo conservador se impone y otra de las enseñanzas abunda en la aceptación de la pérdida o del fracaso con correlativa deconstrucción de la rebeldía.

En fin, que la química nos introduce en el método del control; y a continuación de la corte de psicólogos, psiquiatras y demás fauna.

Una religión donde no existe la culpa, sino la responsabilidad del propio sufrimiento, puesto que, en definitiva, si estás mal, es porque lo has creado tu mismo.

Fue Erich Fromm en “El miedo a la libertad” quien hablaba de que la neurosis es la forma racional de ver el mundo; de analizar lo esperténtico de la vida. De esta forma, solo los locos habrían administrado la realidad de forma adecuada.

La sociedad actual ha huído de las noticias, hace años llegabas a Nueva York y ya se imponían las cadenas virtuales, donde nada es real, como aquí ahora dominan Netflick o HBO. Nadie quiere saber sobre las desgracias que nos asolan y devoramos series inverosímiles edificadas sobre el sexo, el dinero o el poder.

Mientras esto ocurre, los periódicos se dedican a dar noticias falsas. Eso que llaman fake news. Hace unos días, en pleno conflicto en Venezuela, El Pais, (fue Polanco quien dijo que un periodista es un mercenario), publicó en portada una foto de un puente en Venezuela por el que no podía pasar eso que llaman “ayuda humanitaria”.

Resultó que el puente llevaba años sin inaugurar.

De igual modo, ocurrirá en las campañas electorales; ya de por sí el plasma se impone sobre la rueda de prensa; o el secreto oficial sobre el coste de los desplazamientos de los cargos públicos.

El mundo es una carta del Tarot; imprevisible en su explicación, pero condenatoria en su sentido.

Y sobre este reino cimentado en las ausencias y en la soledad, reinan el sexo y la noche intrascendentes; el alcohol suave que inunda; y las series adormidera; al tiempo que la deslealtad, la peor criba del hombre.

Ya no queda tiempo para la poesía como arma; ni para los intelectuales comprados a razón de poco precio y muchos premios que a nadie importan,que ya decía Machado de la vanidad como causa de la aceptación de las lisonjas.

La felicidad es la luz que se filtra frente al sumario oculto, el gran Hermano de Orwell o los cajones llenos de Informes secretos de la Policía.

Es el miedo. De eso viven las farmaceúticas y los dioses de la comunicación. Nada que hacer contra ello.

Siendo el castellano más rico en matices, nada como la poesía romántica inglesa. Hoy me quedaré sin embargo con el “hold me now”. En España, se llama en una acepción menos fértil “abrazo”.

Sería interesante una industria de los abrazos; pero entiendo que sigue siendo más rentable una serie virtual; un sexo decadente; o un gin tonic que esfume las sonrisas.

Yo mientras tanto, sigo al encuentro del “hold me now”; imaginando un día en que tus brazos me hagan certidumbre.