Llegará el día en que el término 'tercera edad' tendrá más connotaciones positivas que negativas, será equivalente a 'tercera juventud'. Más pronto que tarde 'jubilación' y 'jubilar' recobrarán socialmente su sentido primigenio de 'júbilo', por lo mucho que vivir, en lugar de expresar la extinción de una etapa en activo. Y las palabras 'innovación', 'emprendimiento', 'nuevo', 'moderno', entre otras, ya no podrán utilizarse con el automatismo de nominar cosa o acción creada o realizada por quienes están más cerca de la edad del acné que la de las canas.
Emergen palabras como 'madurescencia', 'viejenials', 'viviendas colaborativas', 'coviviendas', 'arquitecturas para el cuidado', entre otras, para definir nuevas formas de ser y de estar por parte de personas con más de 60 años de edad que quieren ser protagonistas de cambios sociales. Comenzando por lo más difícil: cambiarse uno a sí mismo y predicar con el ejemplo. No solo ser activos, sino también activistas, conscientes de que su generación no debe apagar su mente en 'modo avión' para confiar pasivamente en que el camino a la vejez consiste en dejarse llevar. Antes al contrario, se trata de chequear la actitud para entender que el espíritu y la motivación no pueden ser los achaques de nuestros organismos cuando el promedio de esperanza de vida ya supera los 80 años.
En Sevilla he visto de cerca dos experiencias de esta tendencia que en España, por el desequilibrio demográfico, puede ser doblemente útil. Por un lado, la ilusión con la que los hombres y mujeres fundadores de la Asociación Abante Jubilar están tramitando poner en pie la construcción del primer 'cohousing' (o 'covivienda') en la capital andaluza. Basado en la decisión de constituirse en cooperativa para erigir juntos sus viviendas y ser no solo amigos sino vecinos. Teniendo claro que están vertebrando un modelo de urbanismo donde la colaboración no solo hace más eficiente la asistencia social, sino que, sobre todo, es la mejor vacuna para ahorrarnos uno de los problemas más extendidos: la soledad.
Y, por otro lado, cuánto mérito tienen personas como José Manuel de Ben, de 69 años, creador en Sevilla del proyecto empresarial 3D Impact para recuperar y reutilizar los residuos de la impresión en 3D que se producen por doquier y que pueden acabar siendo fuente indiscriminada de contaminación. Un ejemplo de economía circular en el que incorporar a personas en riesgo de exclusión social en Las Letanías, el barrio donde reside. Después de su larga trayectoria profesional como ingeniero y consultor por diversas ciudades de España, José Manuel de Ben no ha jubilado su creatividad ni su corazón. Y en lugar de decirse a sí mismo: “El que venga detrás, que arree”, está enfrascado en un reto que conlleva múltiples esfuerzos. Felicito a Aquarius por designarle ganador de la primera edición en España del certamen 'Imparables' para emprendedores mayores de 60 años. La ilusionante mirada de personas como José Manuel de Ben es la mejor energía renovable. Cuántos jubilados deberían activar ese interruptor.