La elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos confirmaba hace unos meses que la humanidad se halla en una situación parecida a la que, en los años 30 del siglo pasado, llevaron a Adolf Hitler desde las urnas al poder. Entonces se levantó una oleada de protestas que, en su mayoría, estuvieron promovidas por las internacionales obreras alertado al género humano del peligro que ello conllevaba para las condiciones de vida de los trabajadores y los instrumentos surgidos para conquistarlas. Sólo algunas minorías (sobre todo grupos de intelectuales en naciones adelantadas ) percibieron entonces lo que significaba la libertad e igualdad personal y nadie -ni de lejos- conciencia de la importancia de la ecología (no sé si, incluso, estaba en uso esa palabra).
Ahora la respuesta se ha producido 24 horas después de que Trump jurara sobre su propia Biblia, convertida en Mein Kampf, inaugurar otro milenio. Los planes del magnate del pueblo dejarán sin empleo a millones de personas pero no han sido los sindicatos los que han levantado las olas; empobrecerán a muchos países mas la respuesta no la han dado los pobres. El tsunami contra la barbarie lo han iniciado las mujeres en la manifestación de Washington y en otras como las de Londres y Berlín, abiertas a los hombres, a la libertad, al futuro. El rayo de esperanza lo ha traído esa mitad del género humano a la que, hasta hace nada, ni la Ley ni la Costumbre reconocían su género (aun hoy no lo reconocen en buena parte del mundo). Ha nacido la Internacional de las mujeres.