La libretita

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10 ago 2018 / 17:20 h - Actualizado: 10 ago 2018 / 20:01 h.

El miedo extremo es un sentimiento mucho más personal, instintivo, irreprimible e íntimo que el amor, así que su iconografía también debe de ser más abundante, variada y extravagante. De hecho, la cultura, el arte y el pensamiento, en vez de enseñar a la gente a sobreponerse a ese recurso atávico de la mente, lo que ha hecho y sigue haciendo es reforzarlo con nuevas expresiones, interpretaciones e imágenes. Cada cual tiene para sí su propia representación simbólica del terror: el muñeco de un mono tocando los platillos, una máscara de porcelana, un gato tuerto, una lápida funeraria, una melodía al violonchelo, una notificación de Hacienda... No sé cuál de todas estas ocurrencias podría aceptarse como alegoría universal válida para todo el mundo, cuál podría ser la foto del terror por antonomasia. Pero si tuviera que proponer una, sería la de Kim Jong-un rodeado por sus oficiales en cualquiera de sus estrambóticas visitas oficiales a fábricas, almacenes o laboratorios. El terror no estaría representado por el mandatario norcoreano. Ni tampoco por los rostros de esos ridículos generales de gorras como ensaladeras que ocultan su pánico detrás de una sonrisa que hiela el corazón. No. Es el hecho de que todos vayan siempre, siempre, siempre con una libretita y un boli, para apuntar cada una de las ocurrencias de su líder. Es una estampa pavorosa. Esa alienación, esa sumisión, esa desintegración de la personalidad retratada de esa manera me parece tan turbadora que me extraña que salga en los telediarios y en las redes sociales. Será que están muy ocupados quitando tetas de actrices de teatro, no sea que a la gente le gusten y acabemos con la moral de mierda que nos imponen los payasos a los que seguimos, sonrientes, con nuestras libretitas en mano.