Los caminos de la investigación científica son largos y dificultosos. Cada paso es un escalón y subirlo conlleva a veces un tiempo prolongado. En Sevilla, un equipo de investigadores del CSIC y el Centro Andaluz de Biología Molecular y Medicina Regenerativa, ha desarrollado un estudio, del que pueden partir, en un futuro, posibles mejoras en los tratamientos contra el cáncer. Eso sí, en un futuro lejano, pues estos avances van despacio y pocas veces ocupan puestos prioritarios a la hora de recibir inversiones económicas.
Felipe Cortés está a la cabeza de este grupo de expertos cuyo proyecto ha sido publicado en un artículo de la prestigiosa revista Science. El interés de este laboratorio es estudiar las roturas en el ADN, y cómo las células lo reparan. Esto puede tener aplicaciones muy importantes en la lucha contra los tumores. «Aunque no seamos conscientes de ello, el ADN se rompe con mucha frecuencia. Nosotros nos centramos en un tipo de rotura muy específica, que se induce en ciertos tratamientos con agentes de quimioterapia. Hemos descubierto, a lo largo de estos años, varios mecanismos que son responsables de reparar estas roturas y estamos estudiando cómo ocurre la reparación a nivel molecular y qué consecuencias tiene que estas roturas no se reparen o se haga de forma errónea».
Este grupo de quince expertos ha descubierto una nueva forma por la que las células son capaces de arreglar estos desperfectos. Este comportamiento celular puede ser clave en el trabajo con terapias antitumorales que, precisamente, se encargan de provocar roturas para acabar con los agentes cancerígenos. Si las células las reparan, regeneran el tejido no deseado.
Como explica Felipe, «cuando tratas con este tipo de agentes antitumorales, tanto las células tumorales como las sanas van a sufrir roturas, y ambas van a emplear mecanismos de reparación. Si no son capaces de repararlas, se producirá la muerte de la célula. De esta forma se actúa sobre los tumores. La actividad de esta ruta de reparación determina la respuesta tanto del tejido sano como del tumor a este tipo de quimioterapia. Y eso es primordial para poder incidir en el tratamiento y en los posibles efectos secundarios».
La repercusión que este avance puede tener en el terreno de la medicina es grande. Pero éste es solo un primer paso. El progreso necesita tiempo y, lógicamente, dinero. El ritmo al que avanza la ciencia es directamente proporcional a las aportaciones económicas. «Nosotros estudiamos la base del comportamiento celular. Es necesario conocer cómo funciona la célula para poder intervenir y desarrollar métodos de pronóstico o nuevos medicamentos para emplear como agentes antitumorales. Quizás, en unos años, se puedan desarrollar inhibidores de este proceso y sirvan para frenar el avance del cáncer».
Es un movimiento más en la batalla contra esta enfermedad. El trabajo diario de estos científicos acrecenta la esperanza de una posible victoria en el campo de la salud y la quimioterapia. «Otros, esperemos, se encargarán de llevar esto a la siguiente fase, si es posible», determina Cortés, que confiesa la necesidad de una mayor inversión. «El siguiente paso puede ser a nivel público o privado, si despierta el interés de otros científicos que quieran continuar con un análisis en modelos cercanos a pacientes, o de alguna empresa dedicada al desarrollo farmacológico».
Sacrificado y costoso es el campo de la investigación. «Este es un camino muy largo del que hemos, simplemente, asentado la primera base».