La Macarena y Lola

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16 dic 2016 / 22:55 h - Actualizado: 16 dic 2016 / 23:28 h.
"La Azotea"

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Cuando Lola quiere ver a la Macarena, manos no le faltan para enseñarle esa Sevilla que intramuros, se cuela bajo el arco donde todo empieza. Allí está el corazón de una ciudad que late al ritmo del cimbreo de cinco mariquillas cada Viernes Santo, en cada chicotá de gloria, cuando la Esperanza inunda unas calles que siempre la esperan. Eso hay que contárselo a Lola, igual que habría que decirle que a la Macarena se la ve en casi todas las casas, en su paso, en los recuerdos y en las lágrimas íntimas llenas de sentimiento, cuando se la intuye, y en la emoción de quienes la esperan pacientemente, que fueron niños como ella y que quizás, delante de su majestuosidad, recuerden esa mano que un día, también a ellos les llevaron a verla de cerca. A Lola hay que enseñarle la Sevilla que en una mirada llora y ríe y cómo nos sentimos privilegiados al contemplarla, tan cerca y tan lejos, como lo inalcanzable por extraordinario. Y hay que llevarla a la calle, a esperarla, para que el cansancio se esfume con la explosión de algarabía que produce el anuncio de los ciriales asomando, para que observe con los ojos del corazón y la memoria el señorío de su andar maestrante y para que no olvide nunca la cadenciosa melancolía romántica de su pasar, esa soledad luminosa que deja cuando se aleja llenándonos el corazón y el cielo de golondrinas. A Lola hay que explicarle cómo pasa la Macarena y hay que llevarla a la Basílica en estos días en los que baja del cielo al suelo, para que la vea reflejada en los ojos de todos los que se acercan a besarle las manos buscando su Esperanza.