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La magia y las ciencias

La vida del revés

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10 mar 2017 / 23:11 h - Actualizado: 10 mar 2017 / 23:11 h.
"La vida del revés"
  • La magia y las ciencias

El hombre se empeña en hacer el mundo añicos. Me refiero a esa búsqueda de partículas diminutas que componen la realidad. Los físicos están convirtiéndola en un gran montón de cosas pequeñas que poco tienen que ver con la consciencia individual. Y en el camino se encuentran con problemas que, cuando solucionan, dejan lo que vivimos patas arriba. A este paso no vamos a tener un sitio en el que podernos sentar. La realidad, desde esa perspectiva, tiende a desaparecer. Y terminará desmoronándose sin remedio. Menos mal que los físicos nunca podrán hacer de las suyas con mi imaginación, con mis sueños, con la tristeza que me mueve hacia el territorio de lo que quise ser y aún puedo conseguir mientras siga vivito y coleando, con una zona de la realidad trascendente (casi mágica) que las personas cuidamos con mimo. Mi verdadero yo. Esos territorios los destrozamos nosotros mismos, pero la física, la química o las matemáticas, poco tienen que hacer.

El amor que puedo llegar a sentir, el odio o la indiferencia, es posible que tengan una explicación científica. No lo pongo en duda. Puede que tengan que ver con glándulas, compuestos químicos o zonas concretas del hipotálamo. Yo no tengo ni idea de esas cosas. Ni las niego. Lo que sí afirmo con seguridad es que mis sensaciones, mi experiencia, una vez que forman parte de mí, se convierten en inmutables, intocables y exclusivas. No hay teoría que pueda desmontar algo así.

Eso es lo que queda de nosotros. Lo más íntimo. Lo que, ni bajo tortura, podría nadie ni nada modificar. Ni siquiera la muerte es capaz de modificar una millonésima parte de ello. Otra cosa es que se lo lleve por delante, pero tal cual, sin cambiar nada; es lo único en lo que llevamos ventaja a la muerte. Lo temporal, lo físico, termina desapareciendo. Nuestra esencia es inmutable. Eso que dicen los físicos de que sin masa nada es posible está muy bien. Pero no es cierto. Yo soy lo que soy. Eternamente. Y mis genes (que ya incluían lo que fue el primero de los hombres) forman parte de otros cuerpos. De los de mis hijos. Me llevan puesto, vaya. En realidad, todos somos lo mismo. Todos somos estrellas, planetas, vegetales y hombres prehistóricos.

Las máquinas funcionan si tienen todas sus piezas en el lugar exacto. El cosmos es algo parecido a una enorme maquinaria que se compone por minerales, plantas, animales y seres humanos. Si alguno faltara eso dejaría de funcionar. Nos prestamos nuestra memoria entre unos y otros. Cada pieza incluye millones de ellas que ya no están en forma de materia, pero forman parte del todo. Es la magia de la vida. Que una parte de la realidad podamos tocarla, que podamos escucharla u oírla, es fascinante. Pero lo que resulta misterioso, atractivo a más no poder, inquietante y, por encima de todas las cosas, necesario; es saber que buena parte de esa realidad ni la podemos oler, ni tocar. Solo la podemos sentir, pensar o amar. Eso es lo que nos hace humanos, sentir vivos y ser un producto de lo más curioso y divertido.

Son ustedes eternos, queridos; sí, eternos; porque pase lo que pase lo que somos jamás cambiará. La vida es así de mágica. Ahora, disfruten de ella y no teman nada. Imaginen eso que tanto desean. Imaginen. Les queda la eternidad para que se cumplan sus sueños.

Y como no quiero que piensen que me he vuelto loco diciendo estas cosas, les dejo un poema de José Hierro (uno de los mejores poetas españoles de todos los tiempos) que habla de algo parecido a lo que digo. Él, naturalmente, lo dice mucho mejor que yo. El poema se titula Vida y dice lo siguiente: Después de todo, todo ha sido nada, / a pesar de que un día lo fue todo. / Después de nada, o después de todo / supe que todo no era más que nada. / Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!». / Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!». / Ahora sé que la nada lo era todo, / y todo era ceniza de la nada. / No queda nada de lo que fue nada. / (Era ilusión lo que creía todo / y que, en definitiva, era la nada). / Qué más da que la nada fuera nada / si más nada será, después de todo, / después de tanto todo para nada.

Impresionante, ¿verdad? ~