La mano de Dios

el baradero

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05 jun 2016 / 21:19 h - Actualizado: 05 jun 2016 / 21:19 h.
"El Baradero"

Hace unos días, contemplaba extasiado la magnificencia de una playa dominicana de la zona de Samaná. No daba crédito a tanta belleza, tanta perfección armónica. Todo estaba en el lugar adecuado con las formas perfectas y con el equilibrio necesario. La caída de la tarde, el cielo, el mar, la brisa, la arena, las palmeras, el verde intenso, el vuelo de las aves, la soledad, la paz inmensa. Si existe el paraíso debe ser algo muy parecido a lo que mis ojos y mis sentidos contemplaban. Revisando las grandes obras de la naturaleza uno no tiene más remedio que plantearse de dónde surge tanta belleza, tanta magnitud creativa.

Siempre se dijo que la belleza es un reflejo de la divinidad. No hay diseñador, ni urbanista, ni creativo estético que sea capaz de imaginar y plasmar lo que muchos lugares del mundo nos ofrece. La perfección solo está reservada a la naturaleza. Su envoltura todo lo modela y moldea para generar la armonía. Lo bello es un concepto casi metafísico. Los propios seres humanos somos el resultado de ese diseño perfecto. Una máquina integral dotada de todo lo necesario para un desarrollo vital pero lleno de complejidad. Hay quien establece que la belleza solo se produce en presencia del equilibrio. Colores, formas fauna, flora, establecen sus argumentos con vehemencia y realidad. Pero lo que mas contribuye a la percepción de ese sentimiento de bienestar y emoción es nuestra actitud perceptiva. Nuestro equilibrio interior. Nuestra visión global y armónica. Somos nosotros los que recibimos las sensaciones valorando su reflejo sobre nuestro estado de ánimo. No todo el mundo se predispone de la misma manera en presencia de lo bello.

Ante este regalo tan especial que hemos recibido los seres humanos solo queda añadir que se debería impartir una asignatura, desde pequeños, en la que aprendiéramos a apreciar las numerosas bellezas que nos regala la vida y que, en muchos casos no sabemos apreciar. La tenemos ahí y la obviamos. Pecamos por omisión. No sabemos disponer nuestra capacidad para valorar lo que se nos regala. Quien aprende a valorar lo estético y lo armónico, en definitiva lo bello, también aprende a valorar los comportamientos humanos y sociales. Antes le podíamos echar la culpa a que no todo el mundo tiene la posibilidad de viajar y que solo era el privilegio de unos cuantos. Ahora no hay excusa. Internet nos muestra el mundo y sus belleza. Solo hay que tener el interés de contemplarlo y sacar su enseñanza. Como dice mi amiga Yanilka, «detrás de la belleza está la mano de Dios».