La mató porque era suya

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Álvaro Romero @aromerobernal1
13 nov 2017 / 18:31 h - Actualizado: 13 nov 2017 / 18:31 h.

Lo repito porque la redundancia no solo mitiga la ignorancia, sino que también combate las ganas de no saber: en este país asolado durante décadas por la violencia de ETA, han muerto más mujeres asesinadas por sus parejas desde que la banda terrorista dejó de matar que muertos fueron sumando los etarras durante toda la historia de su barbarie. Como es lógico, no lo digo por relativizar ningún horror, sino por focalizar el que sigue funcionando como un cuentagotas, como un tópico, como una ley de vida, como un pan nuestro de todos los días, la cruz que nos toca, la enfermedad crónica de una sociedad que ha asumido que también lo está y parece conformarse con las pegatinas de todos las jornadas internacionales, los eslóganes fríos de todas las campañas, los mensajes vacíos que se pasan por la punta de su atroz cuchillo, cada tres días, alguno de esos malnacidos que piensa, en su resentida conciencia de macho pusilánime, aquello de que la mató porque era suya, un disparate que tan bien conecta con aquel otro victimizado de «él me quiere a su manera» o «me pega lo normal», declaraciones todas ellas tristemente reales.

Falta más de un mes para la Navidad y ya va más de medio centenar de mujeres por las que alguien decidió por ellas incluso para abandonar este mundo. Si atendemos a las estadísticas, todavía faltan muertas para cerrar 2017, porque todos los años –desde que contabilizamos este terrorismo– se ha superado con creces la cruel cifra que llevamos... Y que llevaremos mientras no rompamos, con la savia fresca de una nueva educación, los mitos falsos como todos los mitos de que como el Amor todo lo puede, también nosotros lo podemos. El Amor lo puede todo porque es una idea platónica, y por tanto perfecta. Pero los seres humanos no somos platónicos ni perfectos, sino aspirantes a la eternidad del amor en común mientras dura, mientras nos olvidamos, hombres o mujeres, mujeres u hombres, de querernos a nosotros mismos para crecer en los demás.