Van a quedar muchas imágenes de Carme Chacón, pero sobre todo dos: pasando revista a nuestro Ejército, en pantalones y con un más que visible embarazo, y algún que otro titular, con generosa foto, diciendo aquello de «Vamos a agilizar los desahucios», como si los hubiera inventado ella, que le persiguieron durante meses. Nunca vamos a saber qué Partido Socialista hubiera conseguido de haber alcanzado la secretaría general. Era una de las cabezas mejor amuebladas del socialismo español de los últimos años, tan desamoblado desde hace tiempo, una socialista moderna, valiente, progresista y guerrillera que ha tenido un terrible final: muerta a los 46 años, sola en su casa, sin nadie que le echara un cable. No es para menos la conmoción en la política española, sobre todo en su partido, en plena pelea por el liderazgo que lo saque del pozo y lo una para echar a la derecha, cada día más de derechas. Tenía el corazón al revés, dicho por ella misma, y a muchos nos lo ha vuelto como un calcetín. Me gustaba esa sonrisa suya que a veces parecía una mueca dolorosa, como la de Tomás Pavón.