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La (no) vida de los refugiados

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05 feb 2017 / 21:28 h - Actualizado: 05 feb 2017 / 21:30 h.
"Refugiados"

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Asistí la pasada semana a la charla de un voluntario en los campos de concentración de Grecia y Turquía y, créanme, si tienen la misma oportunidad, no lo duden, vayan y conozcan de primera mano qué es y qué no es ese espacio lleno de vidas arrancadas. Contaba Joaquín Urías, curtido voluntario en esas lides, que lo que arranca a un refugiado de su casa es «la falta de vida», la vida que se agota y que fuerza a las familias a buscar un lugar donde volver a creer en algo. Nos decía que la vida en los campos de refugiados comienza a las doce de la mañana porque «en un campo no hay nada que hacer, ni dónde ir, ni tienen dinero para gastar». Llama la atención que en un campo hay la profesión que tú busques: electricistas, fontaneros, arquitectos, abogados, comerciantes... «Gente como tú y como yo, a los que la vida se la han dejado hueca». Las familias se lanzan con sus hijos buscando un futuro para ellos, de ahí la cantidad de menores en los campos de refugiados, incluso sin sus familias. Muchos de estos niños han llegado con sus vecinos, con sus hermanos mayores; niños a los que sus familias se niegan al vacío vital que se ha generado en sus países y cuyo futuro se convierte en el único proyecto. Quizás si conociéramos de primera mano la realidad que rodea a los refugiados seríamos más personas, perderíamos los absurdos miedos que nos han ido metiendo como sociedad, quizás entenderíamos la obligación moral que como humanos tenemos con ellos. Quizás hasta exigiríamos a Rajoy que cumpliera con sus acuerdos internacionales. Quizás no habría silencio.