Ayer tuvo lugar un encuentro de fútbol entre Liverpool y Sevilla que se pudo ver en más de 100 países y con una audiencia de 160 millones de telespectadores. Eso sí, en España no se televisó en abierto. Este artículo está escrito sin saber si el Sevilla FC se ha proclamado pentacampeón de la UEFA Europa League, aunque no hace falta saberlo para mostrar mi malestar con TVE. Y es que la mujer del César no sólo tiene que ser honrada sino parecerlo. Lo que no deja de sorprenderme de una televisión pública es el trato continuado discriminatorio sobre el Sevilla FC en particular y sobre el resto de los equipos españoles que no sean Real Madrid, Barcelona, y desde hace menos, Atlético de Madrid.
Lo que me parece inaudito es que no haya habido ni un intento de explicación de por qué no se ha televisado en abierto, ya que no todos los días un equipo español está en una final europea, aunque con este Sevilla van nueve finales en la última década y tres consecutivas de la UEL.
Lo que más me indigna de TVE es ver cómo desde hace dos semanas habla todos los días, sí, todos los días (con merecimiento) de una final de Champions que va a tener lugar 10 días después de la final de la UEL, y de ésta sólo se habló el día previo al partido. Hoy estará cogiendo algunos minutos de gloria (algunos más si ha ganado la quinta) por –lógicamente– méritos propios y pare usted de contar. Y de vuelta a la final de Champions, y por supuesto a volver a anteponer los abdominales, el peinado, el tatuaje, la canción o la novia de cualquier madridista o culé, a una rigurosa información deportiva de quien –desde hace más de una década– reina en cuanto títulos y finales como pocos equipos en Europa pueden hacerlo.
Puedo entender ese parcial comportamiento en otras televisiones privadas, precisamente por eso, pero de un ente que es público y que pagamos entre todos (si me permite el lector la expresión) me parece del todo inapropiado. Ojalá hayas tenido suerte Sevilla, porque así también la habrá tenido Andalucía y España... aunque sea sin televisión.
Mientras tanto, ¡sé feliz!