La poesía está en el aire pese a las chimeneas; en la vida que no se apaga pese a nosotros, que pasaremos; en la mirada de tantos bebés que sonríen por primera vez, ajenos al negocio cochambroso de los vientres de alquiler; en el descubrimiento constante de la infancia, que se renueva; en el amor a primera vista, que sigue existiendo; en la reflexiva juventud pese a su fama; en la risa contagiosa de los niños que aún no saben leer; en la pena de las madres cuando terminan de tensar el arco para la felicidad de sus hijos; en la soledad de los padres tantos años después; en la memoria de los viejos que reviven su vida sin moverse del sitio; en las rosas que florecen sin saber por qué; en los desconchones que forman mapas en las tapias de los solares celosos de otro mundo que ninguno de los vivos conocimos; en los charcos que reflejan el arcoíris; en los silencios de quienes nos miran admirándonos sin que lo sepamos; en la palabra justa de quien la pronuncia con un nudo eterno entre las costillas...
Otra cosa son los poetas, que ya dependen más de este tiempo sin tiempo de la prisa, del mercado editorial que los rehúsa, del espectáculo en que no cuadran, de las redes sociales que enmudecen el verso y las quedadas. Menos mal que lo dijo Bécquer: pese a todo, habrá poesía, incluso si se extinguieran los poetas.
Hoy hace veinte años, que siguen sin ser nada, que la Unesco proclamó en París por vez primera el Día Mundial de la Poesía. Ahora ni la Unesco ni París ni el mundo ni los poetas son ya los mismos. Pero la poesía sí, que siempre estuvo en su sitio, aunque no la descubramos ni la potenciemos ni la subrayemos ni la leamos ni la debatamos ni la enseñemos ni la copiemos ni la pensemos ni la gritemos ni la pongamos en pie ni le demos la mano. Simplemente porque la gente cree que hay gente que cree que hay gente que dice que ha oído decir a gente que hay gente que considera cursi la poesía.
Cursi es todo lo demás, y triste, y cutre, y pasajero. Por eso permíteme, querido lector, estimada lectora, un consejo: busca ahora mismo un poema y léelo sin prisas. Respíralo. El eje del mundo sigue girando y no te va a esperar.