La Purísima y la Constitución

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06 dic 2016 / 23:10 h - Actualizado: 06 dic 2016 / 23:10 h.
"Fin de pista"

La memoria es caprichosa y nos conduce, por el camino más corto que trazó Montesinos, hasta aquellas aulas de techo alto e inmensos ventanales fijados con masilla de pescado. Hacía frío en esas clases pero se consideraba algo natural. Estábamos a las puertas del invierno y era lo que tocaba; sin más. La Navidad ya apuntaba en el calendario y el ensayo de los villancicos –pero mira como beben– se insertaba en la rutina diaria del colegio destartalado y gélido.

Pero el viaje del recuerdo nos toma de la mano: en aquel inmenso centro había una librería despachada por uno de los hermanos más viejos. La defenestración del hermoso hábito de la baberola de celuloide había convertido a muchos de aquellos religiosos en auténticas fachas. Los jerséis de cuello vuelto se combinaban con la chaqueta de un traje y el pantalón de otro... pero no estamos perdiendo en la neblina de aquellos días de charcos escarchados y amaneceres de niebla. El olor de esa librería rebrota hoy; también el tacto de las cartulinas celestes, el algodón de las nubes y aquellas enormes estampas de la Inmaculada de Murillo que servían para componer los murales de la Purísima con inocente piedad infantil.

En aquel tiempo, la bizarra Telefunken de caja de madera y pantalla en blanco y negro mostraba una serie de señores ceñudos y sesudos empeñados en alumbrar la misma Constitución que ha catalizado casi cuarenta años de Paz y concordia. Ahora quieren cambiarla los mismos que se niegan a cumplirla. ¿No hemos aprendido nada en estas cuatro décadas?