Hay nombres de casos de asesinatos que los llevamos dentro como si fuesen conocidos nuestros de toda la vida. Quién no recuerda a “las niñas de Alcaser”, a Marta del Castillo, a Ana Orantes, a Diana Quer... no es casualidad que todas sean mujeres y en la mayoría de los casos chicas jóvenes que desaparecen de la noche a la mañana. Así se trunca la vida de quién lo tiene todo por delante y así es porque la barbarie machista lo entiende con los ojos encendidos de la violación sexual. En casi todos los casos se repite la dantesca escena: chica sola abordada por hombre que pretende la violación y cuando ésta se resiste es asesinada y ocultada. Parece también que siempre hay alguien que sirve de coartada a los principales sospechosos.
La última ha sido una pobre chica de dieciocho años que cometió el delito de no tener los ojos de maldad y crueldad de su asesino, de no entender que en el género opuesto existen bestias con instintos sexuales asesinos capaces de aprovechar la debilidad de la víctima y las circunstancias para ejecutar la perversidad que llevan dentro. Sexo y muerte son la estampa de esta crueldad que ha segado la vida de una cría de dieciocho años que venía de divertirse.
Terminamos el año con cuarenta y nueve mujeres asesinadas a manos de hombres. No me cabe duda que la política debe seguir tomando cartas en el asunto y que la educación de la sociedad es muy importante en todo este asunto, pero nada de esto servirá si lo hombres no tomamos conciencia de que el problema somos nosotros, no una chica que pasea sola por una carretera.