Habría que remontarse a mediados del siglo XIII para hablar del origen de la Velá, la fiesta más antigua de Sevilla; para hablar de los que muchos llaman la Velá de Triana. Habría que remontarse varios siglos atrás para contar cómo Alfonso X ordena en agradecimiento –porque la Virgen de Santa Ana le cura «un mal de ojos»– la construcción de un templo en Triana, que se inician en 1266, y que acaba siendo lo que hoy llamamos los trianeros la Catedral de Triana.
La Velá ha ido evolucionando desde sus orígenes, hoy podemos hablar de una fiesta más reglada, con actividades deportivas, culturales, sociales, con su pregón, ese que indica que empieza la Velá... pero a ello se le suma el duende de Triana, esa cosa no se sabe qué que la hace diferente, su cucaña, sus arvellanas verdes, su olor a sardina, su calor, y sobre todo, como dice un buen amigo... su trastienda, esa que permite mirar al mismo tiempo Giralda y Puente de Triana; y que yo añado Catedral, Torre del Oro y Maestranza... ¿quién da más?
Una trastienda en definitiva que los trianeros y los sevillanos aprovechamos para exprimir nuestra idiosincrasia, hablando, charlando, discutiendo, riendo y ¡cómo no!, olvidando durante unas horas todo lo negativo para sacar sólo lo positivo... y ya mañana será otro día...
En definitiva, durante unos días, como bien cantaba Rafael del Estad en sus siempre eternas y excepcionales sevillanas, Sevilla es Triana y el Guadalquivir... y por ende, Sevilla es la Velá de Señá Santa Ana.
Mientras tanto, ¡sé feliz!