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‘Las 3 carabelas de Colón’, una acuerela de R. Monleón
Aparentemente, agosto es un mes holgazán. Pero ya se sabe que las apariencias engañan. Es el mes de las vacaciones por antonomasia en este país que lleva medio siglo luchando por diversificar su turismo a lo largo del año pero que sigue saturando chiringuitos y alcantarillados mientras solo algunos hacen su agosto. Precisamente el diccionario nos recuerda este significado tan provechoso, con lo que la presunta holgazanería se relativiza para un mes, para colmo, bautizado con el nombre del primer emperador romano...
Que le pregunten a Colón si agosto es un mes para emprender algo. Un 3 de agosto zarparon sus tres carabelas de un puertecito de Huelva sin estar seguros de que iban a descubrir el Nuevo Mundo. No he indagado qué día de la semana era aquel 3 de agosto de 1492, pero a aquel almirante debió de darle igual que fuera martes, por lo de ni te cases ni te embarques.
El primero de agosto celebra Suiza su independencia. Y la capital colombiana, Bogotá, la fundó tal día como ayer de 1538 el andaluz Gonzalo Jiménez de Quesada, mientras Baeza establecía su Universidad por bula papal. Hasta el país más poderoso de la Tierra cometió la mayor de las barbaridades en agosto, concretamente en Hiroshima y Nagasaki. Quien quiso, sacó rendimiento de agosto. O será que agosto no siempre fue lo que es. O lo que parece ser. O lo que es solo oficialmente: un mes para nada, nulo, huero, saltable, de ventanillas vacías, de vuelva usted mañana, un mes fantasma, como si no existiera, un mes de aire, tiempo sin tiempo, vida perdida.
Y, sin embargo, hay poetas que encuentran en agosto el verso decisivo. Hay gente que encuentra en este mes su media naranja para siempre. Hay quien se da cuenta solo ahora de que vive el resto del año haciendo lo que no quiere. Agosto es también el mes de los espejismos, que no es exactamente de las apariencias, porque en el fondo de tales visiones hay siempre una pulpa de verdad.