Las caídas de ramas de árboles son para el verano

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08 sep 2018 / 19:33 h - Actualizado: 08 sep 2018 / 21:11 h.
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El titulo nos recuerda el título de la excelente obra de teatro Las bicicletas son para el verano, de Fernando Fernán Gómez. También una magnífica película homónima de Jaime Chávarri de 1984. En esta tribuna vamos a hablar de las caídas veraniegas de ramas. Una rama puede caer en cualquier estación del año. El viento, fundamentalmente invernal, puede inducir caídas de ramas. Sin embargo en muchos lugares, la ciudad de Sevilla incluida, la caída de ramas es un episodio veraniego, con lluvias primaverales, sequias posteriores y altas temperaturas. Entre mayo y septiembre, tiempo de verano en Sevilla, caen muchas ramas. El origen admitido de las caídas de ramas es variado: pudriciones, plagas, podas intensas innecesarias, una gestión insuficiente. La pregunta importante es si no hay pudriciones, ni plagas, sin síntomas indicadores y la gestión ha sido adecuada, ¿Se pueden caer ramas de árboles? El pasado 16 de mayo se produjo el desprendimiento de dos ramas de un ejemplar de palo borracho (Ceiba speciosa) afectando a ocho personas, induciendo la muerte de una de ellas. Un muy desgraciado accidente con un resultado dramático. ¿Es producto esta caída de una gestión negligente de árbol en cuestión? ¿Se podría haber evitado? En Sevilla existen muy buenos trabajadores para el mundo de la jardinería, con lo cual la gestión del arbolado con los medios existentes en cada momento considero que es generosa y eficiente. El personal que atiende los jardines del Alcázar, que no es personal de Parques y Jardines del Ayuntamiento de Sevilla, muestra una gran dedicación a su trabajo y los jardines que los 7000 visitantes que tiene el Alcázar cada día pueden ver son producto de ello. Los informes técnicos han expuesto que la rama accidentada del Alcázar estaba sana sin síntomas de presencia de termitas ni pudriciones. Hemos observado directamente las ramas protagonistas del accidente desgraciado que causó un muerto y llegamos a la misma conclusión: nada podría hacer prever su caída, las ramas muestra un desgarro limpio sin pudriciones ni nada que pudiese prever su caída. Hubo dos desgarros, uno a 17 metros de altura de una rama de pequeño calibre (25 cm) y por debajo de esta un segundo de una rama de gran calibre. La revisión del arbolado del Alcázar es periódica, y desde que se produjo el accidente existe un seguimiento especial sobre los ejemplares de palo borracho y se ha procedido a una revisión más exhaustiva de los árboles de sus jardines uno por uno, con personal propio y asistencia del Servicio de Parques y Jardines.

¿Es realmente posible realizar una previsión adecuada del riesgo? La evaluación de riesgo no es nada fácil, exige una alta especialización, y el riesgo cero no existe. El árbol es un sistema complejo, con un funcionamiento basado en la interacción de muchos procesos, como fotosíntesis, respiración y transpiración. El adecuado balance entre fotosíntesis y respiración, en situaciones de estrés, puede inducir un reajuste en el equilibrio del árbol que conduzca a la caída de una rama. Una rama que cae, puede organizar un fenómeno en cadena arrastrando otras en su caída. Puede ser un fenómeno de baja probabilidad e imposible anticipación por ausencia de síntomas externos detectables. ¿Por qué ocurre esto? Por ejemplo, en verano tras un periodo de altas temperaturas y escasa precipitación, puede aparecer la caída de las ramas de grandes árboles maduros, sin síntomas externos, denominado por sus siglas en ingles SBD (Summer Drop Branches), es decir, caída veraniega de ramas. En la ciudad de Sevilla por su especial meteorología el fenómeno aparece fundamentalmente entre primavera y verano. La caída de la rama del Alcázar del mes de mayo pasado pudo estar afectada de este oscuro proceso. Quizás otras caídas de ramas de años pasados también. No todas las ramas de los árboles están en un escenario SBD, el problema es que carecemos de indicadores robustos para discriminar situaciones de riesgo. Estamos ante un fenómeno escasamente investigado y al que no podemos hacer frente de forma adecuada, lo cual lleva a la necesidad de dedicar fondos de investigación al mismo de forma inmediata. Es muy difícil, no hay datos suficientes ni indicadores fiables, incorporarlo en una evaluación de riegos del arbolado. La caída de la rama de palo borracho del Alcázar era imposible de prever en un escenario lógico de observación. Hay un problema adicional. Si existiese una reacción hiperdimensionada de las instituciones, que condujese a podas deformantes por un principio de cautela, ante este fenómeno, no sería una decisión adecuada, pero comprensible, para el futuro de los árboles; pero la ignorancia del peligro tampoco es el camino. Un difícil dilema con poco conocimiento científico. En muchas ciudades el fenómeno aparece tras un periodo de intensa lluvia seguido de un prolongado periodo seco con altas temperaturas, sin que haya ningún síntoma previo detectable. No podemos anticiparnos a lo que no es previsible y asintomático en un escenario normal de análisis por muy competentes y dedicados que sean los responsables.

La recomendación general es incrementar el nivel de investigación sobre la fisiología del arbolado, analizando secuencias meteorológicas. También establecer mapas potenciales de riesgo en zonas transitadas como parques o determinadas calle, generando un nivel de control mayor si fuera posible ante este fenómeno al que no podemos hoy anticiparnos. El Ayuntamiento de Sevilla tiene que apoyarse en las universidades y centros de investigación que hay en la ciudad. Lo contrario no es admisible en un escenario de continuos cambios y contingencias. El conocimiento se genera donde se genera y sabemos dónde es. En la Universidad de Sevilla hay investigadores expertos en ecofisiología vegetal que podrían prestar mucha ayuda sobre los temas relacionados con los árboles y su gestión. Sería preciso dotar a los servicios responsables de parques y jardines de medios humanos y de los medios técnicos acorde con el nivel de conocimiento actual (métodos fisiológicos, medidas de estrés, porometría, termografia), así como con los medios económicos suficientes y el apoyo de los centros de conocimiento. No hay negligencia si los fenómenos no pueden ser anticipados, como el caso de las caídas de ramas estivales, pero si podemos tratar de gestionar estas incertidumbres a partir, si fuera posible, en realidad tampoco lo sabemos, de ahora con mayor conocimiento. La caída de las ramas del Alcázar con resultado de muerte, desde aquí damos el pesamos a la familia que ha perdido a un ser querido, es un desgraciado incidente que no debería volver repetirse, pero es un suceso que era casi imposible de prever hoy día. Debemos tratar este tema con calma, responsabilidad y conocimiento, hago una llamada a la calma y al alejamiento de tensiones, pero el riesgo cero no existe. Sin embargo nos podemos aproximar, con la ayuda y apoyo de todos, desde la serenidad, a una gestión de la incertidumbre que nos de tranquilidad.