Las nueve trabajaderas

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03 mar 2017 / 22:50 h - Actualizado: 03 mar 2017 / 22:50 h.
"La Exaltación"

Sobre los adoquines una legión de hombres con sus costales enrollados bajo el brazo esperan la llamada del capataz, el único encargado de hacer realidad el sueño de ocupar un sitio bajo las trabajaderas de aquella hermandad que tanto les entusiasma. La ilusión del aspirante a costalero se palpaba en el ambiente de las calles del barrio de Miraflores en una noche fría. Al martillo Mariano; serio, formal, como deben ser los capataces de vieja escuela, el hombre que cada Jueves Santo devuelve a Santa Catalina la esencia de barrio que nunca dejará de tener, aunque pase de largo con su misterio dejándola atrás cada vez menos olvidada, camino del generoso exilio de Los Terceros.

Su hijo Alejandro sigue sus pasos como contraguía, junto a David, Rafael y Pedro, empapándose de todo lo que ocurre nueve trabajaderas delante de los ojos de su padre. Antonio, su segundo, le acompaña llamando a filas a unos hombres alineados, cuellos a la vista y los ojos llenos de una renovada ilusión por volver a las entrañas de aquel paso de la infancia, la madurez y la eternidad de muchos sevillanos que seguimos viendo trotar caballos bajo la palmera huérfana del alminar de Santa Catalina; el tiempo sin tiempo del niño, que diría Cernuda. En el altavoz del mp3 amarrado con cinta aislante suenan marchas de cornetas, tambores y Sol; bajo la parihuela desnuda, fría y pesada cuarenta y cinco corazones aguardan. Al tercero de martillo llama el capataz a los cuarenta días que restan para que reincida el milagro de la primavera en Sevilla. Bajo las trabajaderas, es la emoción quien le responde.