Las sociedades enferman, y se curan... o no

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Juan Luis Pavón juanluispavon1
15 feb 2018 / 22:43 h - Actualizado: 15 feb 2018 / 22:45 h.
"Pasa la vida"

La enfermedad social del pistolerismo vuelve a causar una masacre en Estados Unidos. La sociedad más avanzada del mundo en ciencia, tecnología, empresas, espectáculo y deporte no quiere curarse de las funestas consecuencias que acarrea el decimonónico culto a la indiscriminada posesión de armas. El país con las mejores universidades del mundo sigue confundiendo el sentido moderno de los principios de libertad y seguridad, y continúa instalado en el día de la marmota para justificar como elemento identitario un anacrónico modelo de convivencia basado en tener armas siempre a mano (en el coche, en el hogar...), como si sus habitantes fueran de la época de Buffalo Bill en lugar de ser ciudadanos de la galaxia Amazon.

Hace más de un siglo que las principales naciones europeas se emanciparon de esos principios ‘de toda la vida’ (tener escopetas en casa no lo han inventado en Wyoming) y se vacunaron del miedo al prójimo. Porque entendieron que el Estado es una forma de organización política y social para autorregularnos mucho mejor, para no estar en manos del ímpetu de la venganza.

Mientras Estados Unidos se desangra por mor del inmovilismo y desvela su decadencia, al no resolver sus crecientes contradicciones entre sociedad de Facebook y sociedad de fusil automático, en Alemania se esfuerzan por atajar cualquier rebrote de autoritarismo mesiánico (del que tanto enfermaron, y tanto daño causó a la Humanidad) y los dos grandes partidos vuelven a propiciar un pacto de gobierno. Anteponiendo los intereses del país a los de sus cúpulas dirigentes. A ambas les iria mucho mejor avivando la confrontación en un escenario de ejecutivo en minoría pero prepotente, y una oposición de bloqueo. En España todavía estamos perdiendo el tiempo con una cultura política basada solo en la confrontación.

Y en Cataluña avanza el invierno sin que dos millones de personas quieran curarse de la insensatez que supone idolatrar a Puigdemont como héroe de la patria.

Ninguna sociedad tiene garantizada de por vida la prosperidad, ni está condenada de por vida a la pobreza.