Las tijeras

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Miguel Aranguren @miguelarangurn
10 sep 2017 / 21:51 h - Actualizado: 10 sep 2017 / 21:51 h.

Juan y Medio es simpático, rápido en la concatenación de sus habituales chascarrillos y cercano al público, especialmente al que ha pasado el friso de los 70 y a los niños, aunque escribo por aproximación, ya que estoy lejos de interesarme por aquello que se llamó la caja tonta. Sé que es un profesional abonado a la parrilla de Canal Sur desde que el mundo es mundo. En sus platós ha pintado la mayoría de sus canas. Conduce espacios amables, destinados a un público sencillo, no demasiado exigente en el contenido de los guiones o la calidad de los invitados. Le he visto ataviado de esmoquin con motivo de algún programa de variedades –presentando a artistonas de bata de cola–, protagonizando esas galas interminables que giran alrededor de las bromas de cámara oculta y felicitando el nuevo año, copa de cava en ristre.

La rápida difusión de lo grotesco a través de las redes, nos ha permitido conocer unos minutos en los que, en directo, ha acosado tijera en mano a una de sus colaboradoras, a la que ha cortado la falda entre el jolgorio del público de autobús y bocadillo, sin que lleguemos a comprender su intención. Nada nuevo, me parece, en el día a día de las televisiones, que pasaron de emitir bailes regionales en blanco y negro a mostrarnos la coyunda verbal, mímica, vulgar y mal intencionada de un abanico de sujetos prescindibles.

No existe imagen más devastadora de nuestra modernidad, que el de una hilera de ancianos aparcados en cualquiera de las residencias de nuestro país frente a un televisor en el que barraganes y barraganas flamean su corazón podrido. Esos abuelos se habrán merendado el ataque hormonal de Juan y Medio con sus tijeras, y no habrán movido una ceja, pues es más de lo mismo.