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Las verdades del ‘Cabrero’

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13 oct 2018 / 08:43 h - Actualizado: 11 oct 2018 / 11:51 h.
  • Las verdades del ‘Cabrero’

Se había convocado una rueda de prensa al uso. Se trataba de reseñar el completo programa de actos y detalles que rodearán la celebración del festival organizado por la Macarena para recabar fondos para su obra asistencial. Pero su hermano mayor, José Antonio Fernández Cabrero, no dejó pasar la ocasión sin trazar una ancha batería de titulares. Hay uno, en clave taurina, que desmenuzaremos en mejor ocasión aunque está directamente enhebrado con un año muy especial para la hermandad de San Gil.

Ahora toca centrarse en la reafirmación de la junta que preside Cabrero en torno a dejar en su basílica a la Virgen de la Esperanza con motivo del 425 aniversario de la hermandad que se cumple en 2020. El hermano mayor fue más claro que el agua: “Lo fácil sería coger a la Virgen y llevarla a la calle pero es la Virgen la que nos coge a nosotros para decirnos: haz algo diferente; di por qué las hermandades pueden aportar otras cosas a la sociedad, enseña más si puedes...”.

El hermano mayor dio en el clavo. ¿Una hermandad del siglo XXI puede ofrecer algo más que sacar sus imágenes –por muy veneradas que sean- a la calle? La pregunta debería tener una fácil contestación. Los retos a los que se enfrentan las cofradías de hoy superan ampliamente los clásicos pilares del culto, la caridad y la formación. Las necesidades de los hermanos, de la propia ciudad son otras aunque la inflación de salidas y cultos psicodélicos impidan testar la auténtica realidad.

Fernández Cabrero abundó en ese hilo al recalcar que “hay mucho que mostrar a la ciudad social y culturalmente”. Este macareno que llegó de la Montaña habló de “el mundo cultural, el mundo religioso, el mundo del culto interior, el desarrollo de la espiritualidad, la historiografía aplicada a Sevilla, los recuerdos, las rememoranzas...” sin conformarse con el camino más fácil, que pasaría por el ‘chunda tachunda’ y vámonos que nos vamos. El hermano mayor de la Esperanza Macarena ha puesto el dedo en la llaga. Y tiene razón.