La Pasión

Letras de cante grande

Alberto García Reyes ha clavado su columna en los cimientos de la honradez y ha pedido perdón por un pecado venial, un hito en la educación periodística

15 abr 2018 / 00:30 h - Actualizado: 14 abr 2018 / 22:32 h.
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Pedir perdón no está al alcance de cualquiera. Per donare (dar por) es un acto de grandeza. Disculparse de corazón es un ejercicio tan hermoso que permite ver, desnuda, la autenticidad del alma de la persona que reconoce y solicita el perdón. ¡Cómo de limpia quedaría mi profesión si todos tomásemos, alguna vez, el camino de la hombría que hace unos días pisó con firmeza Alberto García Reyes en las páginas del diario ABC de Sevilla! Utilizó su columna para clavar con ella en los cimientos de la honradez una nueva bandera –limpia–. Allí, sobre la dura piel de una realidad que se empeña en aupar a los altares de la decencia a los hombres que cada día hacen de su ego la principal meta, acertó a poner en la diana de la educación profesional un nuevo hito. Yo creo que la decencia, que la bondad incluso, nacen en el propio reconocimiento de los errores de uno mismo. Y aún cuando en este caso el error fuese más bien un pecado venial, mirarse al espejo es tan duro como sano y Alberto es hombre –demostrado queda– de mirar la viga de su ojo y no verter miserias en las pupilas de los demás. Con su actitud, me ha recordado la ferretería que debo tener en los míos. No quiero darle las gracias al compañero por pedir perdón. Lo ha solicitado porque es un hombre hecho y derecho. Lo que quiero es darle las gracias por la lección. Imagino que la buena fe y la rectitud no se copian, pero me ha conmovido el agua de la fuente del compañero, nueva y fresca. Tanto, que ha conseguido que vuelva a creer un poco en este gremio. Hoy escribo este artículo para que sepa que acaba de hacerme beber un trago de agua limpia, de periodismo fresco, de oficio luminoso. Un artículo dedicado a reconocer un desliz, a solicitar la disculpa del lector, a autoproclamar que la responsabilidad del periodista es otra. Me ha parecido novedoso, humano, valiente.

Convencido de que la leche mamada y los consejos paternos habrán tenido gran parte de culpa a la hora de edificar la moral del compañero que leo a diario en el ABC, hoy me rindo ante un paso adelante. En unos ámbitos se llama vergüenza torera; honradez se le dice en otros. Yo no quiero adjetivar este acto casi de rebeldía de Alberto García Reyes porque lo primero que hay que hacer ante un rebelde es guardar silencio, y observar. César Jalón Clarito decía que en los toros había que tener la vista en el ruedo y el oído en los tendidos. Y hoy, García Reyes, observo tu artículo por si se me pega algún matiz y escucho atento tu mensaje por si aprendo a escribir con algo parecido a tu honradez. Hoy mi compañero se merece un cante grande. De momento que suene solo la guitarra, que yo no sé cantar... solo sé reconocer a un hombre valiente.