Lluvia de Misericordia

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23 oct 2016 / 15:01 h - Actualizado: 23 oct 2016 / 15:01 h.
"Cofradías"

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Tuve que esperar hasta la primera hora de la tarde de ayer para visitar la Muestra de la Misericordia, que es lo mismo que decir el escaparate de las mil caras que en la Iglesia se manifiesta ese amor sin medida que este año, más que nunca, se llama Misericordia.

Como si estuviera otra vez allí, vengo y encuentro a los voluntarios de Manos Unidas, la Pastoral Juvenil –con su incansable y consagrada Pilar Ríos–, los Equipos de Nuestra Señora, las vicarías de la Archidiócesis y las hermandades de Pasión y la Cruz de Alcalá del Río –qué bonita la Virgen de las Angustias–.

Veo aquí, sonrientes, a los miembros de Luz y Vela y a la hermana María Lourdes, superiora de las Misioneras Eucarísticas de San Manuel González, aún repicantes de alegría tras la canonización. Veo a mi gente de Cursillos de Cristiandad poniendo en el ambiente Ladrillos de Colores...y se me alegra el corazón.

Le doy un abrazo a Pablo Delgado, uno de los cerebros de este despliegue que cuenta como comisionados a Enrique Belloso, Fran Blanca, Eduardo Carrera y otros amigos de hace tiempo. Habéis conseguido que la muestra, a pesar de la tormenta, se mantenga y siga mostrando esa Iglesia llena de vida.

Pienso en la lluvia, que ha echado a tantos para atrás y digo yo...que en la Biblia, muchas veces tormentas, muchas veces calma, pero nunca una lluvia fina. Esa llovizna suave la pone el Señor a través del Espíritu Santo, y nos manda tempestades y diluvios para probar nuestra confianza.

Hubiera sido una pena que esta tarde de sábado se hubiera cancelado la Muestra de la Misericordia. Porque, si se hubieran mojado los folletos y los carteles, si se nos hubieran roto las jaimas y se hubiera llevado el viento las cortinas de lona, los mejores reclamos seríamos nosotros.

Hoy nos damos cuenta que una vida cristiana sin obras, sin testimonio, no sirve para nada. Aquí están los valientes, los que el Señor se escogió como heredad. A veces diluvia ahí fuera, y quieren acallar nuestras voces y ponernos contra las paredes de cristal de una sociedad disconforme con todo, inconformista a pesar de balancearse en la nada.

Aquí estamos los laicos para enseñar a quien no la vea la Misericordia del Señor. Aquí estamos, para rogar por la salud de nuestro Arzobispo con su Virgen de la Salud de Barbatona, de mirada limpia e inocente como la Salud, la mejor vecina de San Isidoro, como mi Pastora de Santa Marina, que viene donde yo vaya.

Aquí tiene el Señor capilla abierta para mañana, y San Onofre si nos bendice con el agua de su misericordia. Estamos aquí, y no tenemos miedo, porque lo aprendimos de San Juan Pablo II el Magno. No tenemos miedo, y la sonrisa se nos convierte en Muestra de Misericordia. Al mal tiempo, buena cara. Buen tiempo para borrar las malas caras. Lo dicho: lluvia de Misericordia en la plaza de San Francisco.