Lo vivido y por vivir

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20 may 2017 / 20:41 h - Actualizado: 20 may 2017 / 22:57 h.

He cambiado incluso el turno de palabra. He dejado hablar primero a Carmen Prieto, profesional de altura, para que este domingo de Pascua me abriera los tornavoces de su papel impreso para poner aquí mi columna. El título es más bien desconcertante: lo vivido y por vivir. Puedo aludir a muchas cosas. Una está clara: hoy la reflexión va derecha hacia San Juan de la Palma, donde vive una cofradía que, en menos de un mes, refrendará el apoyo que le brindó hace tres años al pintor y soleano José María Pedernal para que fuera su hermano mayor.

Hoy mi hermandad de la Amargura, celebra un aniversario especial, que ya vivió en 1967 y 1992, tal día como este, 21 de mayo. Dicho así, mayo no suena a conmemoración amargurista, pero si escribo 21... de noviembre, la cosa cambia radicalmente. Sí, hagan la cuenta. Seis meses exactos faltan para que vuelva al calendario esa fecha peculiar. Pero esta vez se marca un hito nuevo. Hoy se cumplen exactamente doce años y medio de aquel 2004 en el que los jóvenes como nosotros conocimos a la Amargura con la luz del sol dorándole la dorada señal de su corona, la melada piel de su rostro, la marfileña trompetería, como de órgano, de su candelería sonando a Font de Anta. Doce años y medio, que sumados dos veces resultan veinticinco años. ¿Entienden ustedes ahora lo que yo quería decir?

Hoy hemos llegado a la mitad del camino. Hoy nos queda el mismo tiempo que hemos vivido ya. Dentro de otros doce años y medio (quién sabe dónde estaremos ya), la Amargura, en esa repetición cíclica de lo hermoso de Sevilla, volverá a la Catedral para conmemorar 75 años de su coronación, aquella de la primera Dolorosa hispalense que enojó a algunos por San Gil, pero que significó un antes y un después en la vida de las cofradías de Sevilla. Doce años y medio recordando aquellas tardes de noviembre, doce años y medio restan para volverlas a palpar, con dedos ya cuarentones, con ojos cansados, con corazón obtuso, con pena y con nostalgia.

Mientras escribía, el propio hermano mayor me llamaba para llevar a la Amargura a un sitio diferente y especial. A la casa en que vivió quien supo, en 1918, retratarla en el azulejo de la esquina de mi vida. A casa del Marqués de Torrenueva la llevaremos y, como antes y como siempre, será su presencia un alivio a la espera de un tiempo mejor, de un futuro distinto. Amargura lo vivido, Amargura lo por vivir. Y siempre, cálida y acogedora, su hermandad, su fortaleza, el alcázar que Santa Ángela cuida y San Juan mantiene firme en su fe centenaria. Será el 21 de noviembre de 2029, y aunque parece inalcanzable, allá donde estemos podremos conocerlo. Porque el amor y la fe nunca mueren, y siguen dando luz a nuestra historia.