Lorca y la Macarena

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Álvaro Romero @aromerobernal1
19 ago 2019 / 09:13 h - Actualizado: 19 ago 2019 / 09:17 h.
  • Lorca y la Macarena

Sería maravillosa la antología de todo lo que nuestros grandes poetas podrían haber escrito. Qué más hubiera escrito Larra, sobre la administración, la política y la condición humana, de no haberse dado un tiro a sus 28 años. Bécquer nos hubiera dejado una gran obra, más allá de ese cuadernillo de poemas al que pusieron el título de Rimas, si no llegar a llevárselo la tuberculosis con 34 años. De Espronceda no digamos, muerto con la misma edad por culpa de la difteria. Rosalía de Castro escribió mucho más, sí, pero cuánto le faltó por culpa de un cáncer uterino que se la llevó con solo 48 años. Hay una nube de poemas imposibles que sostiene nuestra mala conciencia de país que jamás cuidó a sus poetas.

El caso de Lorca, asesinado con 38, es quizá el más universalmente escalofriante. Si a Federico no lo hubieran fusilado vilmente dándole café, es muy posible que le hubiera dedicado un gran poema a la Macarena, por ejemplo, por qué no, probablemente la Virgen más guapa del mundo. En 1935 asistió a nuestra Semana Santa con Romero Murube, justo después de haber recitado el llanto por Ignacio en el Alcázar, bajo una lluvia de jazmines. Pero llegó agosto del 36 y aquella fantasía de un poema lorquiano a la Macarena se diluyó en esa pena negra que terminó bien ajustada a la cintura de la Virgen, no en forma de poema, sino de fajín. Y mientras llevamos 83 años buscando los restos del poeta, sabemos a ciencia cierta, con lápida, honores, certificados y gloria, dónde descansan los del responsable de su asesinato, tan aficionado a la radio y al café.

Federico rodó por un barranco como los gitanos de sus romances, en Víznar. Luego los pistoleros se acercaron a su cadáver caliente para darle dos tiros de gracia en una madrugada como la pasada, no sabemos si con más o menos estrellas en el cielo, porque nadie se fijó y él no pudo ya anotarlo, pero de su desaparición no se supo nada oficialmente hasta septiembre, cuando la guerra incivil había arrasado ya Andalucía y segado la voz de otros tantos poetas, desde el cordobés José María Alvariño hasta el malagueño José María Hinojosa.

Tantos años después, al regresar de su exilio hace ya más de cuarenta años -y cuarenta años después de haberse marchado-, Rafael Alberti compuso un poema a la Macarena que generó bastante polémica: “Déjame esta madrugada / lavar tu llanto en mi pena, / Virgen de la Macarena, / llamándote camarada. / Flor del vergel sevillano, / sangre de tu santa tierra, / de la paz, no de la guerra, / jamás de Queipo de Llano. (...) / Tú la representación / pura de la luz serena, / Virgen de la Macarena, / no de la provocación / Muchacha de Andalucía, / la más clamorosa alhaja / de la sola cofradía,
de la gente que trabaja...”.

Quiero pensar que el poema de Federico hubiera sido mejor aún. Pero no lo dejaron. Cuando yo me muera, / enterradme con mi guitarra / bajo la arena”, dejó escrito por soleá. Pero ni siquiera tan humilde petición pudimos cumplirle. Está claro que la historia de las infamias será siempre mucho más insoportable que toda infamia literaria.