Iba por Canalejas

Los carga el diablo

02 feb 2017 / 23:01 h - Actualizado: 02 feb 2017 / 23:01 h.
"Iba por Canalejas"

El enésimo caso le ha sucedido a Ana Rosa Quintana, a quien tras una tertulia donde hablaba de la joven agredida en Murcia, a quien defendía en público, el micrófono abierto mientras estaba un video delató con un «Me alegro que le hayan partido la cara». Los políticos tendrían también mucho que decir en este tema (el famoso «Manda huevos» de Federico Trillo o el «Este domingo tengo un coñazo de desfile» de Rajoy), pero lo de los periodistas tiene más delito.

A mis cuarenta y muchos, y tras casi tres décadas dedicado al mundo de la radio, aprendí muy pronto que los micrófonos los carga el diablo. Ni desconectados, ni siquiera sin cable, puede uno fiarse de ese maldito aparato. Eso debería enseñarse en primero de Periodismo, carrera, por cierto, que no tengo. Lo digo por los puntillosos. El micrófono tiene dos cosas fundamentales: una es que se dice el famoso «Sí, sí, ey, ey» para probarlo y la otra que es que no es tu amigo.

El micrófono tarda en darte la gloria muchos años y te puede arruinar la carrera en un segundo. La primera premisa del periodista o locutor es desconfiar de todo aquel que tenga acceso a abrir o a cerrar un micrófono. Conozco casos de famosos que han acudido al servicio con el micro de solapa puestos y se han escuchado desde el control de sonido aspiraciones por colombianas desde el WC. Imagine esta información en caso de caer en malas manos. Ruina pura. Lo dicho. Un arma letal. Nunca fue más verdad eso de que «en micro cerrado no entran moscas». Ojito.