La Tostá

Los dulces de Carmen Pichardo

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
10 dic 2018 / 08:05 h - Actualizado: 10 dic 2018 / 08:07 h.
"La Tostá"

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Hace cincuenta años, en Palomares del Río había que ponerle dos velas a la Virgen de la Estrella para poder comerse un dulce. Pasaba a veces el vendedor de sultanas y casi siempre se iba sin que pudiera probar el manjar porque en casa había poco dinero para pasteles. A lo mejor por eso conservo toda la dentadura en perfecto estado, que no es muy normal a mis años. Aunque hubiera preferido perder algún diente y haberme comido algunas de aquellas sultanas que invitaban a darle un garrotazo al vendedor, enterrarlo en una cuneta y llevarte a casa el canasto. Menos mal que cuando se acercaba la Navidad íbamos a por los mantecados a la casa de Carmen Pichardo, una mujer que fue alcaldesa socialista, la primera de la democracia en Andalucía. Una verdadera luchadora por la libertad cuando daban guantadas hasta en el cielo de la boca. Lo de ir a su casa cada Navidad a por los dulces navideños era todo un ritual. Mi madre buscaba los sellos que daban en El Molino para canjearlos por dulces, una caja de cartón y allá que íbamos enganchados a su bata por si caía algo. Yo llevaba un palo largo por si nos atracaban en la carretera de Cuatro Vientos los clásicos bandidos golosos de estas fiestas. Al llegar a casa, Pepa abría la caja y llenaba un plato con mantecados, garrapiñadas, alfajores, mojones de perros y bolas de coco. Nos daba un vaso de leche y a veces llorábamos de alegría, por el festín. Luego guardaba el resto de los dulces en el ropero del dormitorio, bajo llave, hasta Nochebuena. ¿Se imagina la tortura de ver cada día el ropero sabiendo el tesoro de azúcar, miel y almendras que había dentro? Dos semanas esperando, aunque alguna vez retiramos el mueble para quitar los tornillos y coger algún que otro dulce, colocando de nuevo los tornillos y borrando posibles huellas, porque si doña Josefa nos pillaba estábamos perdidos. Ayer pasé por la puerta de la casa donde vivió siempre Carmen Pichardo y se me cayeron lagrimones como garbanzos.