Manda carallo, que dirían los gallegos. Cuando todos estábamos temiendo una ola de terrorismo en la Eurocopa, va y resulta que el terror lo están protagonizando los propios aficionados al fútbol. Bueno, lo de aficionados por llamarlo de alguna manera. Más bien habría que llamarlos Los Hijos de Putin, que cuando se caen al suelo de la borrachera les hacen el Vodka a Vodka para reanimarlos. Y también están los Hijos de la Gran Bretaña, esos que se beben el caldo del queso fresco rebujado con Coca-Cola. Grandes monerías europeas dándose de hostias en las calles de la Francia.
Dos de las potencias vencedores de la Segunda Guerra Mundial que liberaron a una Francia que a estas alturas se estará preguntando cómo pudieron liberarla esos ejércitos con semejantes hordas de mamarrachos. Yo lo tengo súper claro: con verracos así animando a una selección, esa selección sobra en cualquier competición. A la Venta del Nabo por la vía rápida. Si una selección no sabe controlar a sus hinchas, que aprendan a hacerlo o que asimilen cuanto antes que con gente así no se puede ir a ninguna parte.
Pero claro, ¿que le vamos a pedir a la UEFA? Esa UEFA que en competiciones europeas multa a los equipos locales cuando aparecen bengalas, por deficiencias en el control de acceso. ¿Y cuando hay bengalas en la Eurocopa porque no se multan ellos mismos que son los que organizan? Pues porque son torpes hasta para eso. Mano dura con los bestias. Las medias tintas no valen con semejantes animales.