La preocupación por la falta de democracia y, por este motivo, el recorte de libertades, entre ellas la de expresión, no es solo un problema en España sino en todo el mundo. La libertad de expresión tiene unos límites, pero solo sobre el papel, porque si rebasas esos límites y te llaman la atención, es ya censura. Es lo que ha pasado con la panfletada obra de Santiago Sierra censurada en ARCO, en la que aparecen unos presuntos presos políticos españoles con sus caras pixeladas. Algo que solo era una provocación, y el arte es eso a veces, provocación, desafío, bravata, se ha convertido en un nuevo hachazo al Gobierno. Esto, lo del rapero al que han condenado a tres años de cárcel y la retirada del mercado de un libro ponen en cuestión la libertad de expresión y, por tanto, la falta de democracia en nuestro país. Y yo me pregunto, a sabiendas de que seré tildado de facha, ¿por qué tiene que tener un rapero más libertad que yo, que no canto, aunque escribo? ¿Qué me pasaría si difamara, hiciera apología del terrorismo o insultara a la Corona? Por soleá, por ejemplo.