Los niños del Perú

Image
Álvaro Romero @aromerobernal1
27 mar 2017 / 23:12 h - Actualizado: 27 mar 2017 / 23:12 h.

En Perú hay un Niño destrozón que jode a buena parte del país incluso desde antes de que lo preguntara Zavalita, aquel personaje de Vargas Llosa cuya pregunta escuece más cuando la ventolera de una naturaleza bravía y una política suavona impiden imaginar la respuesta. El fenómeno es cíclico y sin piedad, pero el de este año ha sido el colmo. Como siempre, los que ya no tenían nada se convierten en protagonistas a su pesar, sobre el barro que ensucia el naufragio de sus casas de lata, sobre el hambre indomable de sus cuerpos resecos, sobre la crueldad estomagante de que una botella de agua les cueste ahora quince veces más. La miseria sigue siendo rentable para muchos, aunque sea a costa de cientos de miles de criaturas sobre las que pendía la espada de la injusticia desde que nacieron. En el llamado Alto Trujillo –departamento de La Libertad-, una espiral de cerros por donde se arraciman más de 100.000 personas, el Niño se ha empeñado en terminar de arruinar el futuro de los niños. Imagínense el futuro posible, tangible, natural en este planeta desde nuestra perspectiva, asesinando como un viento ronco a tantos niños como los nuestros, que lloran en nuestro mismo idioma al otro lado de la Tierra, desde donde sus miradas de miel se diluyen en los kilómetros de indiferencia.

Les confieso que tampoco yo me hubiera ocupado del asunto si alguien que se ha dolido con ellos allí, en cuerpo y alma, no me lo llega a contar con un cardenal de impotencia en la voz. Se trata de una joven de Los Palacios, Judith Falcón Carvajal, que colabora con la ONG Kulli y que le ha visto la cara a la muerte en el rostro de tantos inocentes a los que ella y otros voluntarios ayudan a construir una escuelita, a buscar un padrino para cada niño, una caricia para tantos maltratados. Tienen una web, www.ongdkulli.org, donde aclaran cómo ayudar. Anímense. Todas las vidas terminan, pero ninguna debería hacerlo en la espiral del egoísmo para acabar como todas. Porque ese daño sí que es eterno.