Luditas

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01 ago 2018 / 17:43 h - Actualizado: 01 ago 2018 / 17:44 h.

La actual huelga del taxi en las principales ciudades de España recuerda a los artesanos ingleses que a principios del siglo XIX con la revolución industrial se dedicaron a romper telares y maquinaria con la tesis de que destruían empleo y reemplazaban a los operarios por empleados menos cualificados. El argumento de la lucha en el fondo podía ser más o menos válido pero la forma violenta de intenta obtener la razón es cuando menos impugnable.

En el sociedad actual, donde hemos dejado el uso de la fuerza en manos del estado, es inaceptable que se adopten formas de reivindicación que están sustentadas sobre el ejercicio de una violencia real y física, con la que se intenta alcanzar los objetivos propuestos. En una sociedad intercomunicada y global donde el apoyo de la opinión pública y la publicada es radicalmente importante para conseguir ganar un conflicto. Más cuando en este caso del taxi es contra las leyes, los tribunales y los propios usuarios de su actividad. Es legal que los poderes públicos adopten medidas coercitivas para devolver la normalidad.

Las ciudades están cambiando y sus habitantes modificando su forma de ir de un lugar a otro; los servicios públicos son cada vez más eficientes y las alternativas de movilidad más variadas –al igual que cambian otras muchas cosas–. Si los taxistas quieren protestar tienen todo el derecho a hacerlo, al igual que el resto de los ciudadanos tenemos a que no nos fastidien.

Los líderes que están operando la huelga deberían de hacer caso a Kafka y seguir su consejo: «En la lucha entre uno y el mundo, hay que estar de parte del mundo».