Malnacidos

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Álvaro Romero @aromerobernal1
04 sep 2017 / 22:51 h - Actualizado: 04 sep 2017 / 22:51 h.
"Viéndolas venir"

No pongo el título como insulto, que es lo que a uno le pediría el cuerpo si pensara en quienes lo permiten o provocan, aunque mucho me temo que entre todos la mataron y ella sola se murió. Me refiero, literalmente, a los que nacen mal, con el pie cambiado, estrellados, por la misma sinrazón de quienes nacen con todo dispuesto para el triunfo inapelable. No se me ocurre mayor injusticia que la que contemplamos en los ojos resecos de los niños víctimas de sus propias vidas azarosas, tan azarosas como las nuestras. No lloran, porque tal vez el aire inmisericorde o el viento gordo de las siestas solitarias les secó los lagrimales, o porque se han hartado de llorar cuando no había nadie, ni nosotros que pasábamos con nuestros niños recién duchados, felizmente ingenuos ante la crueldad de este mundo que es el mismo para todos, aunque no lo parezca. Algunos se encuentran, de súbito, con que piden en la calle, o se supone que piden, porque allí están tirados sobre unas mantas o plásticos, viendo la vida pasar, también la suya, pisoteada por los viandantes que no soportan mirar siquiera, porque esas caritas desubicadas de dos o tres años les recuerdan demasiado a las de sus propios hijos... Otros no salen a pedir nada, aunque debieran. Y tampoco lloran, aunque les haría falta. Les ha tocado, como a quien le tocan unos ojos azules o tristes.

La civilización y el humanismo recalcitrantes del siglo XXI no pueden permitirse que el azar decida por personas como lo haría la madre Naturaleza, que es una hija de su madre darwiniana sin remedio. No. Hemos evolucionado para que ni el instinto ni el azar ni la mala suerte decida por nosotros. Lo malo es que nuestra evolución extra –el extraordinario estado de derecho– consista en entender por nosotros a uno de los nuestros, en que el patriotismo de boquilla se preocupe más por las banderas que por las personas, en que todas las inversiones que se nos ocurran sirvan para no revertir jamás las tropelías de una sociedad invertida.