Juan Espadas afronta durante estos días su tercer presupuesto, que si finalmente consigue que salga aprobado será el último que pueda ejecutar íntegramente al frente de este gobierno municipal; el próximo estará ya muy condicionado por las elecciones municipales de 2019 y por el gobierno que a mediados del año se derive de las mismas. Es pues éste el que pudiéramos calificar como el presupuesto de la verdad, aquel en el que con la maquinaria engrasada y la experiencia acumulada se vuelcan todos los recursos materiales, económicos y humanos para culminar con éxito la gestión emprendida; y la verdad sea dicha, por lo que estamos viendo el resultado no puede parecernos más decepcionante.
Y es que cualquier presupuesto, en este caso el municipal, no deja de ser una intención, una apuesta que solo es creíble si está sustentado en datos que nos hagan pensar que se convertirá en realidad, y lo sucedido con la ejecución de los dos anteriores presupuestos del actual gobierno municipal no nos ofrece ninguna confianza. Podríamos al respecto señalar que una cosa fue lo que nos dijeron que harían en 2016 y 2017 –que en su momento valoramos en líneas generales de forma positiva– y otra bien distinta con la que finalmente nos hemos encontrado.
Así, nos hemos topado en el primer presupuesto de Espadas con una ejecución en la que se dejaron de gastar 120 millones de euros, siendo especialmente preocupante lo sucedido con los capítulos relacionados con la inversión pública –Inversiones Reales y Transferencias de Capital–, cuya ejecución fue solo del 50 por ciento, dejando por el camino más de 37 millones vitales para el desarrollo económico y social de la ciudad; lo que pone de manifiesto notables deficiencias justamente en los dos capítulos que por su naturaleza son visibles con mayor claridad el grado de capacidad de gestión del gobierno correspondiente.
El impacto del incumplimiento en los capítulos inversores fue especialmente negativo por su volumen e importancia en las áreas relacionadas con Urbanismo, Seguridad y Movilidad; así como, por su significación, lo sucedido en los Distritos, en los que estando presupuestados 4,3 millones sólo se ejecutaron 1,5 millones.
El superávit del citado presupuesto, cifrado en más de 54 millones de euros una vez realizados los ajustes contables, derivado de la insuficiente ejecución presupuestaria, lejos de poder considerarse positivo –lo positivo seria un resultado equilibrado– es sin duda otro elemento preocupante dado que por imperativo legal –Montoro dixit– se destina al pago anticipado de la deuda, en lugar de atender las importantes necesidades existentes en la ciudad.
Por otro lado, el segundo presupuesto de Espadas, que finalizará en los próximos días, y a falta de conocer el comportamiento del mes de diciembre, no pinta mejor. A finales de noviembre quedaban aún pendientes de gastar 253 millones de euros, de los que 64 de ellos correspondían a los referidos capítulos de inversiones. Un feo panorama de difícil justificación que ya no puede saldarse con un simple ejercicio de comparación con la etapa de Zoido, a la que en ningún momento hemos dejado de calificar, por estos y otros motivos, de muy negativa para la ciudad.
Llegados a este punto y para no quedarnos solo en las cifras, es conveniente señalar que tras ellas se encuentran innumerables objetivos, proyectos y programas fundamentales para la ciudad que se están quedando o han quedado ya definitivamente por el camino: estamos sin Plan Municipal de Vivienda, sin un Plan Integral de Movilidad Sostenible, las deficiencias en la conservación del arbolado y la limpieza viaria son visibles, el desarrollo del PGOU se encuentra materialmente estancado, las iniciativas que favorezcan el desarrollo económico y la creación de empleo de calidad brillan por su ausencia, la desidia por ejecutar los convenios con las organizaciones sindicales en materia de prevención de riesgos laborales es innegable, la desatención de los barrios y distritos con más necesidades se hace patente, la política turística transcurre ya por senderos no exentos de riesgos y con ausencia absoluta de la necesaria participación social y ciudadana, al igual que ocurre con el sector comercial; la más que evidente falta de personal que en diversos servicios municipales está dificultando extraordinariamente su funcionamiento. Junto con otros elementos que harían interminable la relación.
Con estos antecedentes el presupuesto presentado para el próximo año nace ya con el factor de la credibilidad seriamente dañado, a lo que habría que sumarle el giro realizado por el gobierno municipal en la orientación de la política fiscal, en este caso con el apoyo activo del grupo municipal de Ciudadanos y que salió adelante gracias a la abstención del Partido Popular. El presupuesto de ingresos para 2018 da buena cuenta de ello; mientras los ingresos previstos por los impuestos directos –aquellos que gravan la capacidad económica del contribuyente en función de la renta o el patrimonio– disminuyen 12 millones de euros, suben los ingresos presupuestados por impuestos indirectos, las tasas y precios públicos.
Una política fiscal que calificamos de más regresiva e injusta, al tiempo que implica una renuncia a la obtención de más recursos propios con los que hacer frente a las muchas carencias de la ciudad. Recurre sin embargo a la solicitud de un crédito bancario de más de 31 millones de euros para hacer frente a las imprescindibles inversiones en la ciudad, hecho que nos parecería muy procedente, dada la buena situación económica del Ayuntamiento de Sevilla y el volumen absolutamente razonable de la deuda existente –y que a pesar del citado crédito disminuirá de nuevo en 2018–, si no fuera porque parte del mismo viene a compensar la disminución de los ingresos propios a los que ha renunciado y que será en cualquier caso pagado en diferido y con intereses por el conjunto de la ciudadanía.
Respecto del presupuesto de gastos para 2018, lastrado por el factor de la credibilidad, presentado de la mano de Ciudadanos y con la pretensión de ganarse la voluntad del PP, tal como ha ocurrido con las Ordenanzas Fiscales, observamos que se mueve en parámetros similares a los dos anteriores, sin novedades reseñables, pero sin posibilidades reales ya de recuperar buena parte de los proyectos, iniciativas e inversiones que han ido pasando del primer presupuesto al segundo y ahora al tercero. Un tran–tran que mantiene a la ciudad en estado cuasi catatónico y que no presagia nada bueno.
Señalábamos recientemente que habían comenzado a palparse crecientes síntomas de descontento y a levantarse la voz en algunos barrios y entre algunos sectores y actores sociales que no estaban encontrando las respuestas esperadas. Hoy nos atrevemos a señalar que en otros espacios menos visibles pero con efectos extraordinariamente más corrosivos, ha hecho presa la frustración y la desesperanza, dándose nuevamente por cerrado el camino que, en el ámbito municipal, debería haber contribuido a la recuperación y rescate de la mayoría social. ¿Alguna duda sobre dónde puede acabar todo esto? ~