Mañana al fin, tenemos aquí la maratón. Muchos cofrades al coincidirle con su Función y entorpecerle extraordinariamente el desplazamiento le han echado la cruz y la raya pero eso a nosotros no nos nubla la ilusión del día, uno de los más bonitos del año, al que nos hemos abonado ya y por el que me preguntan mis hijas recordándolo festivamente. Su espíritu de unión, ver el esfuerzo de tanta gente con una misma meta ilusionada es casi una gala pese a la ropa desenfadada y deportiva con la que se acude. Ese prolongar la larga mañana de sudor y sprint con la comida llena de alegres comentarios y algunos incluso añadirles un rato más de ejercicio por la tarde porque ya puestos... No importan las agujetas, porque cuando le das duro te duelen todos los huesos y músculos y caes rendido al llegar a casa. Pero solo importa que el objetivo se cumplió un año más y esta antesala de la primavera nos deja la viva estampa de una ciudad llena de hermosas historias. Así que desde que nos dijeron la fecha, escrita está en el calendario como algo sagrado. Un día brillante sin duda, desde el sol que luce hasta las platas y los oros de esta especie de competición por ver quién puede más pero sanamente, consciente de qué Olimpo divino se trata.
–¿Y eres capaz de hacerte los cuarenta kilómetros de la carrera?
–¿Qué carrera? Anda ya, yo te hablo de la maratón de limpieza de plata de la Hermandad, que es mañana.