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Maratón sí, mafia del taxi no

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Juan Luis Pavón juanluispavon1
16 feb 2017 / 20:41 h - Actualizado: 16 feb 2017 / 20:44 h.
"Pasa la vida","Taxi","Taxi: la disputa de nunca acabar"

Las sociedades más avanzadas son las que vertebran iniciativas que cumplen dos condiciones: interesantes y duraderas. No basta con tener una buena idea y buenas intenciones, si se consume como un fuego artificial, tan efectista como efímero. No sirve que se consolide en tradición si su contenido y finalidad es ramplón. Por ello hay que celebrar el cambio de tendencia en Sevilla, donde se aprecia el crecimiento, en calidad y calidad, de instituciones y eventos basados en la perseverancia cuyos cumpleaños son sinónimo de desarrollo constante y no de rutina resignada. Este domingo 19 se vivirá un caso paradigmático: el Maratón de Sevilla.

En 1985, cuando se organizó su primera edición, los agoreros de turno, acodados en su cortedad de miras, decían que no era ciudad para que cuajara la mítica modalidad atlética, que eso era para cuatro majaretas. En 2017, su XXXIII edición no solo es la meta a seguir para la enorme comunidad de sevillanos que se ha aficionado a las carreras urbanas, sino que, además, es una formidable fuente de ingresos para Sevilla: 10.000 de los 14.000 corredores viajan expresamente para participar. Hay inscritos de todas las provincias españolas y de 74 países distintos. Muchos se desplazan acompañados por familiares. Pregunten en los hoteles de Sevilla si ahora les parece que el Maratón no es cosa sevillana... Denle el mérito a quienes fueron capaces de fundarlo, y a quienes lo gestionan en los últimos años con un modelo público-privado de resultados muy estimables.

Por contra, hay una lacra que cumple años para escarnio general y para humillación de sus principales víctimas. La usurpación del servicio público del taxi en la parada del aeropuerto, convertida en bastión de unos pocos, en emplazamiento al margen de la ley, desde el que perpetrar en un amplio radio de acción sus engaños a turistas, sus agresiones a los taxistas decentes y sus ataques a las nuevas empresas como Cabify que son el presente y el futuro de la movilidad urbana de calidad. El alcalde, Juan Espadas, tiene que aplicar su apellido. Ejercer su autoridad y su responsabilidad, que no puede eludir. Escurrieron el bulto sus antecesores, lo cual es reprobable para todos ellos. Pero eso no sirve de excusa. Ahora él es quien tiene la vara de mando. El desarrollo de la movilidad conectada va a ser enorme este año. Y le compete garantizar el Estado de Derecho: orden público, libertad de mercado, cumplimiento de las normas...

Ha de forjar Espadas un pacto con todos los grupos municipales, para que todos se corresponsabilicen a la hora de respaldar las decisiones drásticas y de aguantar las acometidas de los mafiosos contra personas y bienes. Simultáneamente, ha de vertebrar una alianza de la sociedad civil sevillana, para ponerse del lado de los taxistas honestos y expulsar del gremio a los indignos. Sería un gran paso, en términos de democracia avanzada, que los integrantes de Podemos también denominen ‘casta’ a esos mafiosos que en modo alguno representan a la clase trabajadora. Y sería otro signo de madurez que un alcalde socialista ejerza su autoridad (para la que está investido por el pueblo) sin miedo a que le acusen de autoritario y derechón. Este problema no lo pueden arreglar los coches inteligentes, le compete resolverlo a los políticos valientes.