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Marchena, Caracol y Mairena

Marchena sabía muy bien qué clase de cantaor era Mairena, aunque no le gustara nada. La relación de Mairena con Caracol era distinta. Le huía a Caracol, si le decían que iba a cantar en tal sitio Antonio no iba

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
22 jun 2018 / 23:03 h - Actualizado: 22 jun 2018 / 23:05 h.
"Desvariando"

En la historia del flamenco hay muchos asuntos que esclarecer y uno de ellos es el del enfrentamiento de Manolo Caracol, Pepe Marchena y Antonio Mairena. Paco Vallecillo, el gran amigo del maestro mairenero, escribió alguna vez sobre la relación de los tres y manipuló bastante, sin duda por un tema de ideologías flamencas y políticas. En Antonio Mairena, la pequeña historia, Francisco Vallecillo Pecino se refiere a la relación de Antonio con Pepe Marchena, como «cortés».

En efecto, se trataron con respeto, aunque eran dos mundos opuestos. Hay algunas anécdotas significativas del pique que hubo siempre entre ellos como artistas, que no competencia, porque Marchena fue siempre la máxima figura del cante, al menos durante medio siglo, y Mairena lo fue solo los últimos veinte años de su carrera, desde 1962, cuando le dieron la III Llave del Cante en Córdoba, hasta su muerte, ocurrida en 1983. Cantar cantó desde niño, pero primera figura fue solo durante esas dos décadas, digan los mairenistas lo que digan.

Una cosa es lo que decía Mairena sobre Marchena en público, cuando lo entrevistaban, y otra lo que manifestaba en privado. Lo último que he escuchado de Antonio Mairena en privado, sobre Marchena, en una grabación particular de un conocido aficionado zamorano, es que «fue un ídolo falso». Lo dice refiriéndose a la muerte de Manuel Torres y al hecho de que lo tuviera que enterrar Pepe Marchena, porque murió en la miseria, dejando viuda y cinco niñas pequeñas. Este asunto, el de que Marchena enterró al genio jerezano, es otro cuento chino de la flamencología.

Es verdad que Marchena adoró siempre a Torres, que era uno de sus ídolos, y que cuando supo de su muerte, la noche del 22 de julio de 1933, el Maestro de Maestros actuaba en la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Sevilla junto a otros artistas de su compañía. Reunió a todo el elenco y decidieron que la recaudación de esa noche fuera para la viuda del cantaor jerezano. Y así fue, ese dinero, una fortuna para la época, sirvió para enterrar a Manuel Soto Loreto y para que comieran su viuda y las cinco niñas durante mucho tiempo. Pero no fue solo con el dinero de Marchena, sino con el de todos los que actuaron aquella noche, entre otros, Angelillo, Paco Mazaco, el Niño de la Puerta del Ángel, Los Chavalillos Sevillanos –Antonio y Rosario–, Carmen Vargas, Ramón Montoya, Manolo de Badajoz y el Niño de Sanlúcar.

Marchena sabía muy bien qué clase de cantaor era Antonio Mairena, aunque no le gustara nada. En una ocasión, Antonio cantaba en el parque de María Luisa de Sevilla y Pepe estaba entre el público acompañado de su clásico grupo de acólitos. El de Mairena del Alcor cantó muy bien, pero uno de los acólitos del marchenero, le dijo: «Este tiene la voz de un becerro, maestro». A lo que contestó Marchena: «Pues el de la voz de becerro nos va a echar a todos del cante». Y así fue, poco más o menos. Cuando algún tiempo después le dieron la Llave, se hizo el amo del cante y Marchena comenzó su decadencia. No solo Marchena, sino Caracol y el mismísimo Juan Valderrama, que fue quien me contó esta anécdota.

En el citado libro, Paco Vallecillo dijo sobre la relación de Caracol y Mairena:

Con Caracol era distinto. No hay que olvidar que, según afirmaba Antonio, Caracol lo denunció en una época en la que una simple denuncia de desafección al régimen podía costar la vida del denunciado. Nunca más se hablaron, ni después ni antes. Le huía a Caracol, si le decían por ejemplo que iba a cantar en tal sitio (aunque Caracol no cantó en muchos festivales) Antonio no iba a ese sitio. Porque además, cuando Caracol bebía lo molestaba. Bromeaba y lo ofendía con mal estilo, decía cosas para disminuirlo, y claro Antonio no aceptó nunca y sufría mucho con esas cosas.

También dijo Vallecillo que hubo una rivalidad artística entre ellos –dando a entender que ese era el motivo de la mala relación–, algo que se puede rebatir fácilmente, porque Caracol se hizo figura en 1922, cuando fue premiado en el Concurso de Granada de 1922, y Mairena no había salido aún de su pueblo, si acaso para cantar en Alcalá de Guadaíra o Carmona y en alguna fiesta privada, cuando le decían el Niño de Mairena o de Rafael, por su padre, Rafael Cruz Vargas, gran aficionado al cante y amigo de artistas.

Hasta 1962, Mairena nunca fue un rival serio para Manolo Caracol. Por tanto, es falso eso de que en la Guerra Civil de 1936 lo quisiera quitar de la circulación porque le estorbara, como se ha dicho en más de una ocasión. Para ser el más grande, a Caracol solo le estorbaron, si cabe decirlo así, Marchena y Valderrama y tuvo con ellos una estupenda relación. Su aversión hacia Mairena tuvo que ser por otros motivos, quizá políticos –Mairena era socialista y Caracol se codeó con lo más granado franquismo–, o de homofobia.

Paco Vallecillo lo dio a entender cuando se refirió a que le gastaba bromas pesadas a Mairena cuando bebía. También se las gastaba a Marchena por la manera de vestir del jilguero, hasta que un día Pepe lo buscó por Sevilla para ajustar cuentas con él, le puso un cuello de botella en el pescuezo y se acabaron las bromas pesadas. Antonio Mairena, que fue siempre un hombre pacífico, sufrió en silencio sus bromas de mal gusto y no zanjó un asunto que, en efecto, llegó a acobardarlo bastante.

Una lástima que no fuera buena la relación de tres genios del cante, como fueron Marchena, Caracol y Mairena. Sobre todo la de Mairena con Caracol y Marchena. El cante no se podría entender sin ellos, sin los tres astros. Son una parte fundamental de la base del cante actual. Pero también es probable que aquellos enfrentamientos dieran lugar a que se definieran claramente tres maneras muy distintas de entender el cante jondo, lo que se llamó el marchenismo, el caracolismo y el mairenismo. Sin estas tres escuelas, el cante sería otra historia.